Uñas postizas

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El Dorado me da la bienvenida, nuestra pequeña empresa está más bella que nunca, la sede principal está decorada con los símbolos de las culturas indígenas de Colombia, logramos que los colores y algunas estructuras hicieran alusión a la "Leyenda de El Dorado" donde se buscaba un gran tesoro, y eso es lo que se puede encontrar aquí. Las prendas son elaboradas en nuestro taller de confección, ubicado en el sótano de esta sede, algunas son elaboradas a mano, como las prendas de origen Wayuu. Por el momento los productos a la venta son dirigidos a clientes femeninos, desde camisas y vestidos hasta el calzado y accesorios. Queremos que nuestros productos sean para cualquier mujer, así que las tallas van desde la más pequeña hasta la más grande.

Me dirijo a la tercera planta, donde se encuentran las oficinas; mientras subo las escaleras algunas empleadas me saludan, me preguntan por mi trabajo en el exterior y me agrada saber que no ven en mi superioridad, al contrario me ven como una amiga más y no como su jefe. Aprovecho para pedir un pequeño bocadillo y pido que sea llevado a la oficina de la gerente.

Es una empresa que convive con la naturaleza, me gusta el hecho de poder tener algunas plantas e inclusive un pequeño jardín en medio del salón en el segundo piso; al llegar toco dos veces la puerta antes de ingresar, y veo que todo se encuentra en perfecto orden, Claudia me mira por encima de sus gafas y me hace señas para que me siente, dejo mi cartera sobre la mesa y espero que mi amiga de este libre.

—Llegaste rápido —comenta mientras se levanta.

—Creí que tu mensaje, me decía ven ya, así que aquí estoy —le sonrío.

Antes de que parpadee Claudia se encuentra abrazándome, es un gesto muy bonito de su parte y de igual manera la abrazo, siento que tiene muchas cosas que contarme.

—Estoy muy feliz de que estés aquí —sonríe tenuemente— todos en esta pequeña empresa te han extrañado de sobremanera, cuando apareces en la televisión hay una pausa en los trabajos para poder verte, aquí tienes una gran fanaticada.

Siento que me ruborizo por su comentario y las lágrimas se acumulan en mis ojos tratando de salir. Respiró profundamente y agradezco la llegada de los bocadillos, una taza de té frío, como me gusta, una taza de café para Claudia y algunas galletas.

—Aquí saben como consentir a la gente —comento acerca de mi bebida—, han pasado unos meses sin mí y no olvidaron mis gustos.

—Te dije que te quieren mucho.

Desafortunadamente el trabajo no da espera y Claudia está muy ocupada, la ayudo con algunas llamadas y me encargo de revisar la página de internet donde hay algunos pedidos que tienen que hacerse rápidamente, así que tomo nota de estos y me encargo de ellos personalmente, al fin este debe ser unos de mis deberes en la empresa.

—Mel me llamó ayer —habla sin dejar de mirar los documentos que sostiene en sus manos.

Estaba a punto de realizar una llamada a los chicos de producción, pero el escuchar el nombre de aquella mujer me detiene.

—Espero que la hayas regañado —menciono son seriedad.

Sé que no se lo merece, pero mi querida amiga ha estado desconectada del mundo por seis meses, según ella es su manera de pensar tranquilamente y encontrarse con ella misma. Pero he estado muy angustiada por no saber que podría estar haciendo o lo que estuviera viviendo. Aunque debo reconocer que es algo que admiro de ella, puede deshacerse de lo material y malos pensamientos fácilmente, en cambio yo, no puedo olvidar una relación de hace dos años.

—Creo que pensamos lo mismo al decir que es una valiente por separarse de su celular, yo no podría.

Es verdad, podría decir que Claudia no podría ir al baño sin su aparato electrónico, es de esas mujeres que publica hasta la sonrisa de un pescado. Muchas veces he hablado con ella sobre el tema, pero todo le parece exagerado.

A Fuego Lento [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora