Enojados

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Durante la noche y hasta que se terminara la velada trate de alejarme lo más que podía de Cristopher, sabía que estaba tras de mi, sentía su mirada todo el tiempo y cuando frecuentábamos el mismo grupo de personas me retiraba, por fortuna no llamaba la atención al hacerlo, solo desaparecía.

Era la una de la mañana cuando logre llegar a mi departamento, Melissa me había acompañado no sin antes convencerla que no había pasado nada extraño, sin embargo, ella era intensa y al parecer se había percatado de mi encuentro con Cristopher y su extraño amigo; agradecía que ese tema no hubiera tomado otro rumbo o fuera de opinión pública, de lo contrario estaría peor de lo que ya estoy.

Decidí darme una ducha rápida, tomar dos pastillas para el dolor en mis manos, quería dormir para estar presentable al siguiente evento de la señora McAdams, por fortuna sería algo más tranquilo y no se necesitaba vestir cumpliendo algún protocolo.

Escucho el sonar de la puerta, me extraña que eso pase, no he recibido algún anuncio por parte de la recepción o alguna llamada. Me acerco a la puerta y a través de la mirilla la imagen de un hombre me sorprende.

Toca de nuevo y yo, me pego a la puerta esperando que se olvide de mi y se marche, sin embargo, no creo que eso ocurra rápido. Suena mi teléfono y lo dejo allí esperando que la llamada se dirija al buzón y cuando eso ocurre logro escuchar un un murmuro de rabia y desesperación; Cristopher sigue intentando, lo miro otra vez y luce muy enojado.

—Maldita sea Antonia, se que estas despierta —brama y aunque trata de no gritar, siento que ha despertado a todo el piso.

¿Qué hago? Miro con intensidad cada rincón de mi casa sin saber que buscar, hasta que doy con el teléfono, cuando llego a el marco el número de recepción y después de varios timbres toman la llamada.

—Buenas noches ha...

—Quiero saber por qué dejaron subir a un hombre sin haberlo consultado antes —lo interrumpo y es con ese hombre con quien desahogo mi rabia y desconcierto ante la inesperada visita.

—Disculpe, pero aquí no ha pasado ningún hombre —comenta serio, al parecer el vigilante no vio nada extraño.

Cuelgo, frustrada y pensativa, hay dos alternativas, o el hombre encargado del lugar se quedó dormido y el otro hombre mas despreciable subió o llegó mágicamente hasta mi puerta... claramente lo último es estúpido, pero ¿Qué otra alternativa tengo?

—Antonia abre o tumbo la puerta —amenaza tras dar tres golpes contra la madera.

Respiro sin lograr calmarme, no deseo verlo, no después de lo que me hizo sentir al estar junto al viticultor arrogante... ¿Qué te hace pensar que ella es importante?... podemos compartir como en los viejos tiempos...

—¿¡Por qué no te largas, molestaras a mis hijos!?

Unos gritos al otro lado de mi puerta hacen que mi mente vuelva a la realidad y corro hacia la puerta para intentar ver y saber de qué se trata, pero lo único que observo es el perfil de Cristopher mirando a alguien frente a él.

—No se involucre en asuntos que no le importan —responde de forma desdeñosa.

—Respete la tranquilidad de este edificio o de lo contrario me veré obligada a llamar a la policía —comenta la voz de una mujer que reconozco, al parecer trata de calmar las aguas.

—Hagan lo que quieran, nada van a conseguir —Cristopher sigue alegando sin dejar a un lado su prepotencia y como una forma de retarlos golpea y con más fuerza la puerta del apartamento.

Alcanzo a observar como Christopher se separa un poco de la puerta y arregla los puños de su camisa, al parecer quiere pelear y antes que una desgracia pase abro de manera abrupta la puerta asustando a mi vecina quien toma fuertemente la camisa de su esposo; en las miradas de los dos hombres se puede notar el deseo de pelear.

A Fuego Lento [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora