Deseo

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Sus manos se aferraban a mi cuerpo, apretaba y acariciaba, chupaba y besaba; aun llevaba puesto el vestido rojo y él su traje, me había llevado a su cama entre nuestras respiraciones agitadas y ahora sentía que su promesa me iba a volver loca antes de tiempo.

—Eres mi dulce corderita —murmuró sobre mi pecho a medida que jugaba con la tela sobre mis senos.

—Mmm —cierro mis ojos para deleitarme con sus masajes, llevo mi mano a su cabello para acariciarlo y apretarlo a mi.

Sus manos se ubican sobre mis hombros, toma las delgadas tiras del vestido y comienza a deslizarlas hacia abajo, me levanto un poco para facilitarle el trabajo, pero se detiene a la altura de mi ombligo.

—Tu naciste a mi medida —su voz ronca provoca leves espasmos por mi cuerpo, sobre todo en el centro de mi intimidad, donde mi clítoris palpita para recibir pronta atención; toma mi pezón y lo muerde levemente y con su otra mano aprieta y pellizca.

Deja mi busto e inicia un recorrido hacia mi ombligo, deja besos húmedos por todo mi vientre y toma la tela del vestido para quitarmela por completo y sobre mi cuerpo solo queda la tela de mis bragas.

Su repentina ausencia hace que abra los ojos para buscarlo, pero él sigue sobre la cama, mirando mi cuerpo sin inmutarse, parece que desea grabarlo en su mente, cada centímetro de mi.

Comienza a desvestirse, se quita la chaqueta y afloja el nudo de su corbata, se detiene y me mira, la intensidad con lo que lo hace me llena de deseo; sonríe con altivez, sabe lo que me provoca verlo demandante y seguro de sí mismo. Se baja de la cama y con su mirada fija en mí se desnuda, recorro todo su cuerpo y muerdo mis labios al ver su pene totalmente excitado, curvandose hacia arriba tocando la piel de su vientre bajo.

Se sube a la cama, como un depredador acechando a su presa, separa mis piernas y se ubica entre estas mientras besa el interior de mis muslos, sus besos son cada vez más lentos a medida que se acerca a mi notoria humedad y una vez allí, lame la tela que cubre mi vagina.

—¡Ah! —alzo mis caderas para acercarme a su boca, lo que acaba de hacer ha generado un explosion en mi interior para solo buscar más de aquello.

Por fortuna Cristopher decide complacerme, lame alrededor de mi entrada y sobre la tela con más fuerza, succiona el área del clítoris provocando en mí un grito de placer.

Las palpitaciones internas aumentan, deseo tenerlo dentro de mi, pero el primer orgasmo me sorprende, me aferro con fuerzas a la sabana y a la cabecera de la cama a medida que los espasmos aumentan, no paro de gemir cuando siento su lengua penetrarme, sus movimientos son rápidos y voraces, succiona y presiona entre sus dientes mis labios vaginales; al final desfallezco como efecto del orgasmo, entrecierro mis ojos y lo observo separarse de mi cuerpo mientras lame sus labios, acción que me parece excitante en demasía.

—Aún no hemos terminado —acaricia mi cuerpo mientras se acuesta a mi lado, me gira y mi espalda toca su pecho, besa mi cuello y levanta mi pierna para penetrarme con fuerza, jadeo por su sorpresivo movimiento—. Te dije que serías mía toda la noche.

Su mano pasa alrededor de mi cuello, apretando ligeramente y haciendo que mi cabeza quede pegada a la de él, acerca su boca a la mía y la besa con fuerza, es un beso muy diferente a los anteriores, está lleno de dominio, poder y fuerza, así como sus embistes a mi cuerpo, entra tan profundo y llena cada parte de mi intimidad que el segundo orgasmo llega sin previo aviso, dejando agotada, pero Cristopher se aferra mas a mi cuerpo; los dos estamos sudando, jadeando y temblando por el deseo y placer de esta noche.

Cuando Cristopher llega a su meseta cumbre del orgasmo, siento su miembro vibrar dentro de mi y la respiración agitada entre mi cuello.

—No puedo creer que el señor Ferrer se encuentre cansado —hablo en tono de burla, consciente del estado de mi cuerpo.

A Fuego Lento [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora