La nieve comenzaba a caer aquel Noviembre de finales del siglo XIX. Una suave pero gélida brisa, que se sentía como la caricia de una decena de cuchillos contra la piel desnuda hizo sobresaltar a la niña de cabellos castaños y mirada angelical; la joven Christine Daae, quien era sin duda alguna un ángel a la vista se estaba congelando. La de ojos marrones suspiró ante el intenso frío que hacía en el tejado de la magnifica Ópera Garnier, el edificio que había sido su hogar desde hacía 3 años. La dulce sueca se levantó en cuanto sintió que ni el calor de su cuerpo acurrucado, cubierto por una capa que había llevado, no era suficiente para combatir el inclemente frío que inundaba a Paris. Daae mentiría si dijera que no le molestaría quedarse allí hasta que su cuerpo se entumeciese y solo pudiese respirar, quieta, disfrutando de la vista de la Paris después de Napoleón III, sin embargo el frío que probablemente le causaría un resfriado arruinaría su voz; la voz que su ángel tanto había trabajado.
Con una mirada dulce, aunque por alguna razón melancólica, la joven se internó en la Ópera tras salir del techo. Aunque su cuerpo no logró calentarse rápidamente, sí pudo conseguir algo de calor en cuanto arribó a su camerino; una pequeña habitación dispuesta para ella, todo debido al tiempo que había pasado en aquel palacio. Con cuidado e indiscutible gracia se despojó de la fría capa que llevaba sobre sus hombros y se sentó en el tocador, mirándose al espejo fijamente. Con esmero reparó en su rostro, que estaba en una mezcla de pálido por lo helado y un rojo intenso por lo quemada que se hallaba su piel. La joven dió un suspiro; ¿Por qué había pensado tanto en estar allá arriba, si nunca lograba comprender por qué aquella terraza la llamaba? A veces sentía la necesidad de saltar de lo alto de la ópera, especialmente en momentos que su desesperanza y tristeza le abundaban como consecuencia de su orfandad.
—Podría verme peor... — Dijo suavemente la castaña mientras observaba con cuidado sus mejillas, las partes más rojas por la quemadura de su rostro. Levantó la mirada hacia el reloj de pares frente a ella y en cuanto observó las manecillas del reloj atenta, pues se acercaba la hora en la que, diariamente, se acercaba al pequeño altar que había dedicado a su padre en la capilla de la Ópera, en el cual siempre colocaba velas frente a un retrato de su progenitor. Caminó sin premura hacia aquel lugar, llevando en su mano una vela para encender las que allí habían aún.
Una vez hubo arribado a la capilla, Christine se arrodilló ante la foto de su padre; ante las velas; y hasta el espejo por el cual su maestro se comunicaba.
—Angel de la música... por favor, ven a mi. Ven con tu leal estudiante y guíame. Padre dijo que, cuando muriera, vendrías... Ahora, por favor, no me abandones
Dijo con suavidad en su voz, entonando como si de una canción se tratase mientras sentía las lágrimas escurrir por sus ojos, y su voz suplicante se quebraba. En la habitación las palabras eran nulas, pues la inocente Christine desconocía que, tras la pared estaba aquel que sería su ángel. Pasaron unos segundos interminables y de un momento a otro, una fuerte pero encantadora y celestial voz hizo eco en la pequeña habitación.
Wandering Child
So lost, so helpless
Yearning for mi guidance.La dulce voz, en una entonación especial, llenó los oídos de Christine y la cautivó de forma tal que, incluso sus ya rojos ojos por el llanto pudieron dejar de escurrir lágrimas de dolor. Con cuidado la joven se levantó, observando hacia todos lados buscando el origen de la celestial voz. Con lentitud empezó a cantar suavemente, contestando a aquella dulce voz, causante de su tranquilidad.
—Eres... ¿Eres el Ángel de la Música que Padre dijo que enviaría? —Susurró la joven acercándose hacia el espejo, donde podía sentir el origen de la melódica voz; no veía nada más que su reflejo, pero tras este, estaba aquel joven adulto observando, con una mirada de dulzura ante el abandono de la joven.
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The Point of no Return | Phantom of the Opera
FanfictionA la tierna edad de 8 años, la pequeña Christine Daae perdió a su padre. Abandonada y con un vacío en su corazón, Christine llega a la Ópera Garnier dónde, bajo el cuidado de una -aun- joven mujer llamada Madame Giry. Con el desconsuelo de la perdid...