XIX

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Aquella catastrófica noche impidió que muchos pudiesen siquiera ir a dormir, presos del miedo. Il Muto había sido cancelada debido a los sucesos recientes, por lo que la Ópera tuvo que afrontar una cantidad masiva de reclamos y la pérdida de muchos recursos; Firmin y André estaban desesperados por no caer en la quiebra. La Ópera, como Erik afirmó, estaba acercándose a tiempos oscuros y destructivos que simplemente acabarían con su construcción de años; todo por culpa de los inútiles, ineptos, insolentes y sobre todo estúpidos directores. Erik no podía dejar de pensar en cómo forzar a los directores a actuar de acuerdo a sus necesidades y exigencias, y estaba llegando a un límite en el que su paciencia se estaba, lentamente, transformando en ira, en desesperación. La miserable situación en que se encontraba su relación con los directores era un fino hilo que estaba por romperse ante el aplastador peso que se cernía sobre ellos.

Mientras Erik y Christine se encontraban bajo tierra, Raoul aún buscaba a la joven en compañía de Phillippe, ¿Cómo estar en paz cuando un psicópata había atacado a Bouquet y desaparecido como un auténtico fantasma? No sabía dónde estaba Christine, ¿y si el misterioso individuo se la había llevado? Raoul no podía pensar con claridad, y necesitaba hallar a Christine para hacerlo; lastimosamente, pese a la búsqueda aún no lo conseguía. Con desespero el rubio se encaminó en busca de Madame Giry, tal vez ella conocía la ubicación de Christine; no estaba equivocado. Giry sabía que, si Christine no aparecía, estaba con Erik quien no le haría daño. Cuando Raoul arribó a la diminuta oficina de la mujer, quien se encontraba redactando una carta, Giry supo a qué venía.

-Madame Giry, ¿Sabe usted dónde está Christine Daae? -  Cuestionó el desesperado De Chagny mientras su hermano, cruzado de brazos, observaba y analizaba la situación. Para Philippe la única opción restante era que El Fantasma se hubiera llevado a Christine, sin embargo las palabras de Madame Giry lo extrañaron.

-La saqué de aquí, estará por hoy junto a una familiar mía. Lo consideré mucho, pero era lo mejor. No podemos dejarla a merced de quien quiera que sea el dichoso Fantasma. - Dijo con seriedad, pero por dentro muerta de nervios; mentir no le gustaba, y menos hablar medianamente mal de Erik, sin embargo la situación solo le permitía aquello.

-¿A dónde? ¡Necesito saber de ella en persona que está bien! - Dijo Raoul acercándose desesperado a la mujer, su preocupación era auténtica. Giry se sentía pésimamente al ver la mirada del joven, sin embargo nada más podía hacer; no traicionaría a Erik.

-Raoul, calmate. - Dijo Philippe sereno, tocando suavemente el hombro de su hermano y sonriendo amablemente. No quería que él se desesperara, sin embargo algo le olía mal dentro de aquella historia de Giry y él lo descubriría; no le contaría a su hermano, pero hallaría los sucesos tras todo eso. Lentamente el joven caminó hacia la mujer y le sonrió amablemente, tratando de hacerle creer que se comía aquella mentira. -Disculpe a Raoul, está desesperado. Quedaremos pendientes de cuando Mademoiselle Daae regrese, así que si nos avisa le agradeceríamos.

-Claro que sí, señor conde. Cuente con ello. - Dijo Giry mientras asentía y les sonreía a ambos. Algo de Philippe le parecía extraño, sin embargo no reparó en ello dado a que quería tener tiempo para avisar a Erik de la búsqueda que estaba emprendiendo el vizconde.

Raoul y Philippe se marcharon de allí con premura, dirigiéndose al vestíbulo. Mucho más no tenían qué hacer en aquella Ópera, y aunque Raoul deseaba ir a buscar a Christine una vez más, Philippe no tenía interés en continuar allí dentro; no con Raoul.

-Ve a casa, Raoul. Yo debo quedarme a hacer algunas cosas en el Louvre y las Tullerías, así que márchate. Iré contigo cuando acabe, ¿entendido? - Cuestionó Philippe, internamente afanado por descubrir la verdad.

Raoul accedió sin medir más palabras; era claro que emprendería una búsqueda más exhaustiva por París. Philippe no comprendía por qué Raoul arriesgaba tanto por ella, después de todo solo habían sido amigos de niños. El enamoramiento del joven, infantil como pocos, era para Philippe un motivo de burla; respetaba los auténticos sentimientos de su hermano por la joven, sin embargo el amor de Raoul hacia Christine era, desde su punto de vista, una obsesión por recordar aquellos momentos de infancia juntos. Raoul entonces se montó a la carroza, y abandonando el palacio que era la Ópera Populaire, solicitó ir a buscar a la joven al cementerio donde estaba encontrado su amado padre; Gustave Daae.

The Point of no Return | Phantom of the OperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora