XVI

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El Mundo de la Oscuridad de Erik se encontraba rodeado por un silencio sepulcral. El Persa había conseguido retirar la bala del Fantasma con suma dificultad y esmero; la mesa y suelo estaban llenos de sangre, y Erik tenía el brazo completamente vendado. Cerca a él, en la comodidad de una cama, Christine descansaba después de su súbito desmayo. La escena había tenido un significado indescriptible para la joven; no solo por la sangre y la clara vista de un brazo siendo explorado por metal y el Persa, sino porque el portador de ese brazo no era nada más ni nada menos que su amado. La horrible escena había impactado a la castaña que, incluso en sus sueños, se revolcaba imaginando aquello pasando frente a ella de forma constante y perturbadora. Ni si quiera en los brazos de Morfeo, en la comodidad de aquella cama, había conseguido que los recuerdos de Erik siendo curado fuesen purgados de su mente. ¿Cómo las cosas habían llegado hasta ese punto? Era evidente que Erik  había atacado a Raoul, pues el Fantasma carecía de motivos para estar presente en el Grand Foyer en aquel momento. Un cristal rompiéndose causó que Christine despertara violenta y abruptamente.

—Lamento que el estruendo te despertara. —Expresó con un tono suave y volumen moderado El Persa, quién se encontraba arrodillado en el piso recogiendo los restos de cristal que estaban dispuestos en toda la roca que podían pisar. —Tuve que suministrarle Opio, el dolor era demasiado y terminó inconsciente por el procedimiento. Tardará un poco en recuperarse.

Christine no había podido si quiera moverse de la cama, su cuerpo estaba pasmado y su mente desconectada completamente, en un limbo en el que los pensamientos sobre Raoul y Erik eran el pan y el vino del que se alimentaba. La castaña procedió a tranquilizarse, regulando su respiración y sus pensamientos, recuperando el control de su cuerpo y tomando consciencia de su entorno. Ella conocía perfectamente el Apartamento Escondido y se había acostumbrado a identificar toda la estancia incluso con la tenue luz de las velas. La joven recogió sus piernas acercando sus rodillas al pecho e inclinando su cabeza procedió a abrazarse a sí misma. Necesitaba calma, necesitaba paz. Necesitaba un momento sin fantasmas ni vizcondes, un momento para respirar y procesar todo lo que había pasado. Christine necesitaba espacio para sí misma, necesitaba un lugar donde tranquilidad.

—Señor Persa, necesito aire. Le pido que me disculpe. — Christine realmente necesitaba esa paz y tranquilidad que aquella cueva le negaba.

El Persa asintió, reconociendo que incluso para él era agotador estar en aquella situación. Pese a que en sus años sirviendo al Shah y acompañando a Erik la muerte siempre había estado cerca, algo en este caso particular le hizo sentir náuseas y un aura de peligro. El Persa necesitaba también espacio, pero, ¿Cómo podría abandonar a su amigo? En cuanto despertara necesitaría más opio para sobrellevar el dolor, en cuanto despertara necesitaría ayuda para actuar de forma normal. Era claro que Erik no podría hacer muchas cosas que adoraba; no podría tocar el órgano, no podría navegar por el lago, no podría escabullirse ágilmente por los pasadizos de la Opera. Mientras Daroga consideraba en su mente toda esta información, Christine ya se había puesto de pie con cuidado de no pisar esquirlas de cristal y había emprendido su camino, lento y cuidadoso, hacia su camerino por medio del pasaje que El Fantasma había creado. Pasar por la Sala de los Abonados o el Salón del Sol era una tarea imposible tras el ataque; suponía que la guardia sobre el Palais aumentaría drásticamente y muchos más soldados serían enviados. Era cuestión de tiempo para que el Palais Garnier fuera más una fortaleza que un teatro.

Cuando la joven procedía a desvestirse para acicalarse previo a salir del edificio, tres firmes toques en la puerta detuvieron sus manos antes de quedar en paños menores. Rápidamente se acomodó la ropa para estar decente y se acercó a la puerta, abriéndola lo suficiente como para ver a quien la interrumpía sin permitirle el paso. Un uniforme militar y una medalla en el cuello pertenecían al hombre que había frenado su proceso de relajación.

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⏰ Última actualización: Feb 26 ⏰

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The Point of no Return | Phantom of the OperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora