XIV

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La tension gobernaba sobre la Ópera Garnier. Ms. Firmin y Ms. André se encontraban en el balcón opuesto a la Gran escalera, dónde los abonados y personas de la clase media aguardaban por explicaciones a la par; explicaciones sobre aquel incidente que había amenazado con la vida de los espectadores y la integridad misma de la Ópera. Ambos caballeros, vestidos con sus mejores galas aunque notablemente desmejorados, se esforzaban por conseguir la atención de una audiencia tumultosa y agitada, la cual no callaba sus gritos por una explicación válida.

—¡Caballeros, Damas! ¡Por favor guarden la calma para poder satisfacer sus peticiones! — Exclamó Firmin desde lo alto, agitando sus manos de arriba hacia abajo intentando generar calma; claramente aquel no era el efecto preciso que buscaba, sin embargo había conseguido generar algo de silencio.

—¡Esto es un ultraje! ¿Cómo puede ocurrir un suceso de este estilo en una de las construcciones más importantes de París? — Exclamó alguien de la multitud. De inmediato la turba volvió a tomar fuerza en sus exigencias, gritando a los gerentes del edificio para obtener respuestas.

Súbitamente, el sonido de múltiples botas golpear el suelo consiguieron callar a la multitud. Un pasillo de soldados se erigió entre la puerta principal y el pie de las escaleras, y en el extremo de la entrada se encontraba de pie y efectuando un saludo militar un caballero con el uniforme en impecables condiciones y con un porte sin duda de temer; era aquel el Capitán Ernest Jean Aimé del Ejército Nacional.

Cada paso que daba el imponente hombre generaba que la turba se apartase; es así que, mientras el hombre subía por las lujosas escaleras, las personas murmuraban y cuestionaban la ya evidente presencia de los militares en el edificio. La presencia de un Capitán era algo de temer, ¿Por qué habían cientos de soldados en el edificio? ¿Acaso la maldición de la Ópera era certera? Las personas murmuraban y dudaban, y a medida que el hombre arribaba al balcón junto a los gerentes y el Vizconde de Chagny, el silencio se fue esparciendo.

—Saludos a todos. — La voz del hombre resultaba profunda e imponente, tanto que se sentía cómo llegaba hasta el interior de la mente. — Soy el Capitán Ernest Jean Aimé y soy el oficial a cargo de los hombres que hoy en día pueden ver aquí. He sido informado de un incidente reciente; he aquí el motivo de mi presencia. Debo informarles que no han de temer. Mis hombres han sido dispuestos para la seguridad del edificio y por medio de ellos resolveremos esta situación. Dado a que mi presencia aquí no será constante, y tomando en cuenta la urgencia de la situación, he decidido que el teniente Raoul, Vizconde de Chagny será mi mano derecha y, en mi ausencia, oficial al mando.

Raoul abrió sus ojos de par en par; apenas había ascendido a tal rango, principalmente gracias a sus conexiones y a su educación en el École Militaire, pero, la comandancia no era algo que dominará para aquel momento. Raoul dió unos pasos al frente y observó a la multitud fijamente, paseando su mirada por todos los presentes para que sintieran su conexión con la situación, con lo vivido. Rápidamente hizo el saludo militar y se asomó para buscar a Christine; no la encontró.

¿Cómo iba a encontrar a la joven cantante si ella yacía en la profundidad de los túneles de la Ópera buscando a Erik? Raoul solo habría llegado al pie del lago subterráneo por las escaleras de mantenimiento, más no había nunca explorado aquel desgraciado mundo subterráneo; mucho menos había comprendido que entre Christine y aquel monstruo que aterrorizado a la Ópera había un vínculo mucho más cercano que aquel de un mentor y su estudiante.

La joven Daaé se movilizaba con prisa por los túneles; no le importaba dónde cayera, aquello que consternada a Christine era conseguir llegar a Erik y evitar que su ira lo consumiese, que aquella mente destruida y corrompida no alimentará el odio del enmascarado. Avanzando con temor, la joven Daaé acabó tropezando y ensuciando su blanco vestido; su rostro se había llenado de barro y sentía que sus medias se habían roto y había algún raspón en su piel, sin embargo, no cedió ni paró. La tenue luz que acompañaba el sendero le indicaba el camino a seguir, y aunque ella sabía que los túneles contaban con decenas de trampas, llegar a Erik era su única prioridad.

The Point of no Return | Phantom of the OperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora