Capítulo Catorce

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Pensavo di viaggiare in paradiso, ma credevo male, viaggio Pensavo di viaggiare in paradiso, ma pensavo male, viaggio all'inferno.

Pensaba que sabía cómo era, pero me equivoqué, era contrario a lo que imaginaba.

Bajamos del autobus, no sabía adonde me había llevado exactamente, pero no era el lugar que creí, al llegar, entramos, pagó y nos dirigimos hacia el lugar.

Nos sentamos y esperamos a que la gran pantalla diera inicio, si, al cine, no creí que fuera de ese tipo de personas, ni mucho menos que le gustara ir al cine, pero creí mal.

—No pensé que le gustara venir al cine, en su casa miré una pantalla casi a lo grande que está, pero...

—Siempre que podía ir al cine lo hacía, cuando tenía tu edad o menos, mis amigos y yo —contestó, quizás lo dijo con melancolía al recodar aquellos tiempos de joven, y eso a mí recordaba una vez que era diez años mayor que yo y que no podíamos decir, salgamos, porque simplemente, él ya era un hombre con trabajo fijo, era jefe, tenía su propio negocio por herencia y sus estudios concluidos, una casa propia, un carro, y lo único que le faltaba era tener una esposa y sus hijos, si no es que ya los tenía y yo no me daba cuenta, porque era un echo, no lo conocía del todo, su vida personal no era que la difundiera, pero nunca decía nada de él, escasa vez.

¿Le gustaba de verdad? No lo sabía, o lo había dicho por compromiso nada más, aquello último me decepcionaba con solo pensarlo, pero me negaba a mi misma a dejarlo ser, porque si miraba la realidad, me pareceria un cuento o un sueño nada más y si él decía una palabra en relación a ello, no se que reacción tomaría.

La película comenzó, era una de acción, quizás el prestó su atención a aquella pantalla, mientras yo, estaba con mi mente en otro mundo y mi mirada sobre él.

Me dormí, mirándolo, en ves de la película, no se cuanto tiempo pasó, desperté porque sentí su mano en mi rostro, mientras, acariciaba esta, quise quedarme así, pero su voz me hizo abrir los ojos.

—Andrea — murmuró —La película ya ha acabado— agregó, lo miré, su rostro estaba tan cerca, me levanté y me puse de pie, este hizo lo mismo y me hizo caminar primero para salir de la sala, salimos del cine después y miramos la calle, estaba fría y por cabezota no había llevado abrigo.

—Ven, vamos — dijo extendiendo su mano para que la tomara, empezamos a andar por la acera en silencio. Era una buena noche, fría y silenciosa, pensé que íbamos a ir en bus de nuevo, pero no, detuvo un taxi.

Me hizo subir primero, le dijo una dirección que realmente no supe muy bien a donde nos íbamos a dirigir, se quitó el brigo y entró al taxi, me puso encima el mismo y cerró la puerta.

El taxi arrancó, con su mano derecha me hizo recostar mi cabeza sobre su brazo izquierdo.

Y mi pregunta era ¿Por qué andabamos en transportes públicos? desde que lo conocía nunca, pero nunca le gustó andar en uno que no fuera su auto.

Una hora y media, es decir llegamos como a las once y media de la noche a un lugar que desconocia por completo, el taxi nos dejó en medio de la nada, se apoyo de sus rodillas y me hizo una señal que subiera a su espalda, negué, no lo iba hacer.

—Hazlo, me lo agradeceras después — dijo, antes de hacerlo le entregue su abrigo, para enseguida subir.

Subí, me tomó de las piernas y me sostuvo y empezó a caminar, un sendero y todo parecía solitario, algunos árboles nada más, caminó por lo menos unos diez minutos, se detuvo frente a un portón, abrió y entró, cerró y siguió caminando, enfrente de nosotros había una gran casa, al llegar, se detuvo en el corredor y me bajó, tocó un poste y encendio la luz, se quito los zapatos, estos venían sucios y mojados, bueno, ya veía porque me dijo que subiera.

Eres Una Niña (Mi Versión) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora