Ya llevaba días que había comenzado a trabajar con el señor Smith, el simplemente era algo serio en su trabajo y no hablaba mucho, pero, a mi me gustaba entablar conversaciones o hacerles preguntas para no estar en silencio. Mi mente estaba en debate si hacerle la pregunta o no, que al fin terminé haciéndola.
—Disculpe la pregunta tan atrevida, pero... usted es ¿Soltero, casado, divorciado, viudo, comprometido o juntado? — Subió su mirada y dejó de escribir en su computadora. Sonrío con diversión.
—¿Por qué quieres saber eso? — respondió con otra pregunta. Era difícil sacarle una respuesta concreta, siempre me daba respuestas épicas.
—Curiosidad, nada más — me defendí.
—De todo un poco — contestó. Dejé de imprimir hojas y me giré a mirarlo, puse las manos sobre mi cintura y negué.
—No se puede ser todo eso de una vez — repliqué.
—Claro que sí, ahora siga haciendo su trabajo — Contestó y ordenó.
—Mandon — hablé contra dientes y seguí mi trabajo. Sus respuestas eran enigmas que no se podían descifrar fácilmente si no le prestaba atención a lo que decía.
—¿Dijo algo? — interrogó, me giré y le sonreí.
—¿Yo? Pss, no, ¡claro que no! — negué y seguí mi trabajo.
La impresora se pegó y traté de teclear los botones, pero no funcionó.—Disculpe señor Smith, pero su impresora ya no funciona — informé, se puso de pie y se acercó. Me hice a un lado al instante que se acercó, este se acomodó en mi lugar, destapó dicha maquina y luego se giró a mirarme.
—Creo que no se fijó que ya no tiene hojas — sonrió burlón y negó; ¡Dios que jefe me tocó! trajo otro rollo de hojas blancas y las colocó en dicha impresora.
—¡Gracias! — asintió y se volvió a ir a lo que estaba haciendo — por favor, ya no me interrumpa.
—Como usted diga, jefe — sonrió, seguí mi trabajo.
Media hora más tarde terminé de sacar las hojas impresas ya y se las entregué.
—Gracias, ahora puede ir a traerme café, por favor — Ordenó, di un asentimiento y salí de la dichosa oficina aburrida del señor Leonard.
Dos minutos después regresé con su taza de café y la puse sobre la mesa.
—¿Usted no se cansa de escribir? — Subió la mirada y negó.
—Trabajo es trabajo — Contestó, probó el café y luego me observó negando — Señorita Sandler, este café está amargo —acusó.
—¿Qué? Le juro que yo le puse azúcar — afirmé.
—Pues a mí me parece que no — Que caso tenía descutir, suspiré algo avergonzada, sinceramente no le puse azúcar, pero no lo iba a admitir.
—Disculpe entonces, no se como le gusta a usted el café — me expliqué.
—Se lo dejo pasar por hoy — respondió — pero eso no hace que no vaya a traer una cucharada de azúcar — agregó.
¡Señor Jesús! Quería trabajo, lo tenía ya ¡bien! Pero, el señor Leonard Smith, claramente era un caso completo.
Me fui hacia el mini comedor y volví con el pequeño tazón de azúcar con una cuchara y al llegar donde mi jefe, la puse a un lado de la taza del café y la dejé ahí.
—Puedes ponerle una cucharada y media de azúcar — ordenó, suspiré y lo hice, todo por no perder el trabajo. ¿Por qué tan injusta la vida?
Enseguida se llevó el café a los labios y bebió un poco y siguió trabajando.
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Eres Una Niña (Mi Versión)
RomanceMoría porque al menos me mirara de la misma forma que yo lo hacía. El empezó como mi jefe, su nombre era Leonard Smith, era un hombre elegante, divertido, pero me contrató para que yo lo ayudara hacer su trabajo y asistirlo. Desde el momento que lo...