La marca

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Aunque la primera intención de Izuku había sido ir de inmediato a su dormitorio después de que se hubiera alejado de Katsuki y Lady Yaoyorozu, terminó quedándose solo en la entrada de la torre. 

Y es que, tan pronto como se había visto frente a la imponente altura de la torre, el pensar en subir todos esos escalones, lo desanimó de su propósito inicial. Sabía que cada escalón que subiera, lo haría arrepentirse hasta de sus futuros pecados, así que simplemente tomó asiento en el primer escalón.

Desde allí miró el celeste cielo teñirse de naranja, rosa y lila.

Los ocasos siempre le habían fascinado, así que desde niño había tomado la costumbre de dedicarle siempre un momento a observar el momento en el que el sol se ocultaba. Claro que, mientras que en su pueblo casi no había impedimentos para ver el cielo en todo su esplendor, ahora que estaba viviendo en el castillo, los altos muros y gruesas ventanas cubrían parte de la vista. 

Aún así, no dejaba de mirar lo que pudiera del cielo en esos momentos.

Suspiró cuando espectáculo natural llegó a su fin y el cielo estuvo completamente oscuro, dando paso a la noche. 

Y, sintiéndose algo mejor ahora que había descansado sus piernas un par de minutos, se levantó para empezar a subir los escalones hacia el interior la torre y hacia su habitación. Por ese día se saltaría la cena e iría directo a descansar.

Lo que no esperaba, era que apenas unos minutos después de que su cabeza hubiera tocado la almohada, la puerta de su dormitorio fuera abierta abruptamente.

— ¿En dónde estuviste niño? — la voz de Aizawa se notaba alterada y bastante seria. Izuku trató de responder, pero el pelinegro no le dio tiempo siquiera de reaccionar cuando ya estaba levantándolo y llevándolo a rastras hacia su estudio.

— Ummm ¿Aizawa? ¿Qué pasa? — preguntó el pecoso nerviosamente al ver como el pelinegro empezaba a medirle la temperatura y mezclaba uno que otro frasco con otro.

— ¿Te has sentido más cansado de repente? ¿Has sentido que tienes fiebre? — preguntó Aizawa en lugar de responder.

— No... — musitó el peliverde, aún confundido mientras miraba como el pelinegro seguía haciendo un par más de pruebas.

Cuando terminó, Izuku se animó a hablar nuevamente — ¿Qué pasa? — inquirió.

Aizawa suspiró con cansancio y le hizo una seña al pecoso para que lo siguiera. 

En una esquina del estudio, había una mesa con un bulto cubierto por una sábana que el pecoso no había notado hasta ese momento.

Y cuando el pelinegro levantó la sábana, Izuku vio que debajo había un cuerpo. La persona estaba pálida y fría como el mármol, era obvio que había fallecido. Pero lo que llamaba la atención eran las venas sumamente resaltantes color azulado y los ojos totalmente blancos.

— ¿Q-qué fue lo que le pasó? — preguntó Izuku consternado ante la imagen.

— Al principio pensaron que era algún virus. Pero conforme pasaban las horas... — enunció Aizawa mirando de reojo al cadáver — Me temo que esto tiene el sello de la magia impregnado — dijo tomando la mano del cadáver y haciendo un par de encantamientos para revelar los residuos de magia, y así el peliverde también pudiera verlos — Y lo que más me preocupa es que esta no será la única víctima. Hay varios más en la enfermería que tienen los mismos síntomas que esta persona tuvo en un inicio.

Izuku tembló mientras miraba los rastros rojos en la piel de la víctima.

¿Por qué? ¿Por qué siempre la magia estaba implicada en cosas para dañar?

Target: DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora