Capítulo 5

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Cuanto fui a mi casillero para tomar mis cosas el supervisor tocó a la puerta pidiéndome ir a su despacho.

Me cambié de ropa, sujeté mi pelo en una coleta y me dirigí a este, de seguro me quería reñirme por lo de más temprano.

Así que si quería salir bien librada de esto debía dedicarme a asentir y bajar la cabeza hasta que se canse de gritar.

Cuando estuve frente a la puerta toqué y escuché un pase devuelta así que me adentré a la misma.

-Tomé asiento señorita Kim.- dijo y así lo hice. -La mandé a llamar porque dentro de una semana serán las vacaciones de Jang Suni- esta era mi relevo de 11 a 6 am, -Y el hotel necesita que usted sea quien la cubra mientras se ausenta.

-Pero señor esas son muchas horas, además trabajo en una cafetería de 8 a 12 no puedo doblar turnos.

-Solo serán 14 días, no veo porque no puede hacer el esfuerzo,- dijo de mala gana, - Estos jóvenes de ahora son haraganes y flojos.- comenzó con su tan repetido sermón.

-Señor, yo..- traté de decir siendo interrumpida abruptamente por el.

-El lunes de la semana que viene cubrirás ambos turnos, no se diga más, tampoco es que lo harás gratis, se te pagará el tiempo extra, puede retirarse.- dijo y me puse de pie para irme, sabía de sobra que cuando se pone así de intenso es mejor no contradecirlo.

Me dispuse a salir del hotel, faltaban apenas algunos minutos para media noche, estaba cansada y deseaba llegar al fin a casa y lanzarme contra la almohada, y cargar mi celular, claro.

Cuando me dirigía a la salida de empleados divisé a lo lejos como el huésped de la suite presidencial se adentraba al hotel con compañía.

Una alta y esbelta pelinegra de hermosas proporciones, por la lejanía no pude divisar su rostro pero de seguro era bastante bella, esta caminaba a la par del señor sin tocarse, tan alejados como si no estuvieran uno al lado del otro, pero claramente así era.

Estos pasaron por la recepción y saludó a Suni quedando esta embobada en ese simple acto, luego recordé la descarada manera en la que me detuve para verlos así que continué mi caminar.

En el lapso de tiempo hasta llegar a mi casa pensé en que podría pedir que mis vacaciones en la cafetería sean la semana que viene en lugar de la siguiente a esa y así poder al menos dormir algunas horas.

Cuando llegue el día de mañana lo hablaré con la dueña.

Llegué a casa y me di un rápido baño, a pesar de estar cansada deseaba sentir mi cuerpo limpio.

Me adentré a la cama luego de poner mi pijama de siervo, cayendo casi al instante rendida.

La luna era roja, los árboles eran apenas ramas secas que entorpecían mi andar, la tierra árida y desolada, la noche oscura, mi respiración agitada.

Pisadas de animal se escuchaban, y giré mi rostro encontrándome con una gran lobo negro persiguiéndome, sus ojos eran rojos y generaron en mí un profundo temor, corrí.

Corrí más deprisa, pero me era inútil, él era más rápido.

Sentí su peso sobre mi espalda y me vi en el suelo, me había derribado.

Un fuerte dolor en mi cuello me hizo chillar, me había mordido, el agonizante dolor me tenía adormecida, el olor a sangre se intensificó y cuando sentí una segunda mordida perdí la consciencia, al menos ya no tendría que correr, al menos no sentiría más dolor.

Luego sentí como era elevada en el aire, y vi mi cuerpo desde arriba, solo que ese no era mi cuerpo.

En el suelo yacía un siervo delgado y demacrado, bañado en sangre y con el cuello parcialmente destrozado, entonces lo supe.

El siervo era yo.

Desperté sintiendo mi boca seca y encontrándome sudorosa sobre la cama, hacía años no tenía pesadillas y desde hace algunos días las tengo cada día.

Cada una más real y aterradora que la anterior, en cada una de ella soy perseguida, o capturada. Pero solo en esta fui verdaderamente atrapada por lo que me perseguía, solo en este me sentí morir.

El dolor de mi cuello se sentía tan real que no parecía un sueño, en varias ocaciones lo toque esperando encontrar en mis dedos la sangre de mi sueño, pero lo único que tenía era sudor.

Aún era de noche así que como pude me recosté nuevamente en la cama e intenté dormir, cosa que me fue imposible.

Estaba agotada, física y mentalmente, pero mi agotamiento emocional era aún mayor.

¿Y si mi cabeza está mal?
¿Y si perdí la cordura?
¿Que será de mi?

Sin duda necesitaba un respiro, necesitaba descansar para no perder la cordura, pero ahora menos que nunca lo podría hacer.






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Gritó LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora