Amor del pasado [Slash]

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Sinopsis: Después de largos años, un amor de la infancia vuelve a llamar a la puerta del guitarrista líder de Guns N'Roses.










El famoso guitarrista de Guns N'Roses se encontraba intentando comprar una guitarra que se adecuara a sus estándares, luego de que la última que había tenido se rompiera por tantos años de uso. Mientras se encontraba frente al mostrador de la tienda de instrumentos musicales, una figura conocida se asomó tras el lugar de pago.

—Bienvenido a... —comenzó a decir una chica de piel oscura, cabello muy rizado y ojos color chocolate; pero se interrumpió al ver de quién se trataba y alzó una ceja—... ¿Saul?

—¡¿Stacy?! —la reconoció él con la boca abierta.

—Ha pasado mucho tiempo —recordó ella en un tono frío, manteniendo una expresión distante.

—No pensé volver a verte —confesó Slash, desviando la mirada.

—Tampoco yo.

Permanecieron en frío silencio durante unos minutos, negándose a mirarse a los ojos por tácito acuerdo mutuo. Finalmente, Stacy rompió el hielo diciendo:

—Bueno, supongo que viniste por una guitarra. Escoge con libertad.

Slash obedeció, tratando de centrar sus pensamientos en su objetivo original. Le echó un vistazo a los instrumentos referidos y comprobó el sonido de las que más le gustaron. Eligió la que le pareció más acorde a la sonoridad de Guns N'Roses y sacó su billetera para pagarla en efectivo.

—Stacy, ¿te puedo invitar a salir un día de estos? —preguntó Slash, mientras ella contaba los billetes.

—No —respondió cortante la morena, pasándole el comprobante de pago.

—¿Por qué no? —cuestionó el guitarrista, agradeciendo que su abundante cabellera ocultara un poco sus nostálgicos ojos.

—Eres un músico famoso ahora, Saul. ¿O debería llamarte Slash?

—Llámame como quieras. Aunque no entiendo qué tiene que ver el que yo sea un músico famoso con mi invitación a salir.

—Sé lo que buscas. No quiero una corona de cuernos sobre mi cabeza, ni una vida desordenada y escandalosa —Stacy suspiró, apartándose los rizos que habían caído sobre su frente—. Si no me respetaste antes, ahora que puedes tener a cuanta mujer hermosa desees, lo harás mucho menos.

Slash le aferró una mano.

—Nunca he podido olvidarte, Stacy —murmuró.

Stacy movió la cabeza en un gesto de negación y sustrajo su mano de la de él.

—Pues tal vez ya es momento de que lo hagas, Slash. Que tengas un buen día.







—¡Slash! ¡Ese solo no iba así, joder! ¡Es la décima vez que te lo digo!

Slash arrojó la guitarra al suelo con un gruñido de frustración. Habían estado ensayando durante casi dos horas más de lo habitual debido a sus constantes fallos, y a esas alturas el resto de la banda estaban exhaustos y lo veían con cara de pocos amigos. Por si no bastara, los cada vez más acalorados gritos de Axl no contribuían a mejorar la situación.

—¡Mierda! —masculló el guitarrista, tirándose de los cabellos.

—¡¿Se puede saber qué coño te pasa hoy?! —gritó el vocalista, acercándose a él con las manos en la cintura.

—¡No puedo sacar a Stacy de mi cabeza! —exclamó Slash, agarrándose su abundante melena con ambas manos.

—¿Quién diablos es Stacy? —indagó Duff, alzando una ceja.

—Una chica a la que conocí cuando estaba en la primaria —relató Slash con la cabeza baja—. Éramos unos niños de diez años, pero estábamos enamorados de una forma muy inocente. Cuando nos hicimos adolescentes, nuestra relación se concretó. Estuvimos mucho tiempo juntos, hasta que...

—¿“Hasta que”, qué? —presionó Steven, prestándole atención a la narración—. ¿Qué sucedió?

—La engañé —confesó el guitarrista, frotándose el rostro con una mano—. Comencé a follarme a su mejor amiga de vez en cuando.

—Doble traición —comentó Izzy.

—Stacy nunca me lo perdonó —se lamentó Slash, tragando en seco.

—Claro, es lógico —indicó Duff.

—¡Mierda, Slash! —exclamó Axl—. Por lo menos podrías haberte cogido a otra que no fuera su amiga, ¿no?

—Ella me habría dejado, de todos modos —farfulló el aludido.

—¡Pero eso pasó hace años! —refunfuñó el vocalista—. ¡¿A qué viene ese lamento por tu amor perdido a estas alturas?!

—Me la encontré esta mañana, cuando fui a comprar la guitarra —musitó Slash, con una sonrisa amarga en los labios—. Está más hermosa que nunca.

—¡Es tu oportunidad para recuperarla! —sentenció el baterista—. ¿A qué estás esperando?

—¿Crees que no lo intenté? —rebatió Slash—. Pero ella me rechazó. Insistí, y ella me dejó claro que no quiere ser parte de la vida que yo llevo. Quizás hasta tenga pareja.

—Eso no lo sabes —intervino Izzy, encendiendo otro cigarrillo—. Tal vez fue el impacto de verte de nuevo lo que la hizo rechazarte.

—O quizá pensó que no hablabas en serio, quién sabe —aventuró Duff.

—Debes intentarlo de nuevo —sugirió Steven.

—Tienes que solucionar tu problema con ella, o nunca terminaremos esta canción —bufó Axl.

—Gracias, chicos —dijo Slash, esbozando una sonrisa.







—¡Stacy!

La nombrada volteó solo para soltar un resoplido de cansancio al conocer la identidad de quién la llamaba.

—¿Qué quieres, Slash? —preguntó, volteando en la dirección contraria para continuar caminando.

—Una oportunidad contigo —respondió el guitarrista, marchando al mismo paso que ella.

—Consigue un paracaídas para que te baje de esa nube —bufó la mujer.

—Stacy, tú fuiste mi primer amor...

—Y tú el mío, Saul. Pero es tiempo de dejar lo pasado en el pasado. Tú decidiste que así fuera cuando me engañaste con Candice.

—Pero han pasado tantos años, Stacy. ¿No existe una manera de obtener tu perdón?

—No sé si sea capaz de perdonarte.

Slash se detuvo de golpe, y Stacy lo imitó. Él la vio a los ojos con tristeza.

—¿Es porque hay alguien más?

Stacy exhaló un suspiro.

—Hace mucho tiempo que no hay nadie.

—Entonces, ¿por qué me niegas tu perdón?

—¡Es... Es porque aún me duele, maldita sea! —gritó Stacy a todo pulmón, derramando toda su frustración contenida—. ¡Porque, aunque me cueste reconocerlo, aún te amo! ¡Siempre te he amado! —Su tono de voz moduló a uno más apagado—. Pero no quiero que me lastimes otra vez, y sé que eso será inevitable.

A pesar de estar con la boca abierta y los párpados muy alzados por la repentina confesión, Slash consiguió reaccionar. La tomó por la cintura y apegó su cuerpo al de ella, antes de que los labios de ambos protagonizaran un anhelado, profundo y húmedo reencuentro.

—Stacy, no puedo prometerte que esto será perfecto; no quiero mentirte —murmuró el guitarrista mientras la abrazaba, cada uno disfrutando del calor del otro—. Pero te juro que haré todo lo que esté en mis manos para hacerte muy feliz.

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