El ser de luz y la hija del pecado [Patrick Stump]

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Sinopsis: Patrick es un ángel nacido en la luz. Rosemary es la hija del Príncipe de las Tinieblas. Un amor que podría desencadenar el Apocalipsis.

Advertencia: Historia fantástica, narrada en primera persona por Patrick. Referencias religiosas que podrían incomodar a personas fanáticas y excesivamente susceptibles.









Soy Patrick, un simple ángel recién recibido en la Orden Celestial y puesto bajo la tutela del Arcángel Peter. Mis poderes eran débiles en comparación a los de otros ángeles de mayor edad, y ni hablar de los demonios. A diario, la Orden se veía envuelta en batallas contra los aliados del Príncipe de las Tinieblas, que había buscado derrocar al Creador durante eones. Aunque no había tenido éxito gracias al poder de los ángeles y los cinco Arcángeles, lo cierto es que no siempre habíamos salido victoriosos. A veces, los demonios lograban expandir sus dominios sobre la Tierra o seducir a algún miembro de la Corte Celestial para que se pusiera de su parte, bajo falsas promesas de poder más allá de su imaginación y una peligrosa libertad. Las enseñanzas del afable, pero sabio Arcángel Peter me habían alejado de tales tentaciones. Pero existía otra, aún más fuerte e irresistible, contra la cual yo no tenía armas ni medios de defensa.

Todo comenzó en mi primer día en el frente de batalla, cuando ya se me consideró preparado para asistir a una de ellas. No obstante, nada podía estar más alejado de la realidad. Tuve la mala suerte de ser atacado por el grupo conocido como Las Hijas de Lilith, siete demonias de gran poder. En menos de un minuto, me sometieron y usaron sus poderes para que no pudiera moverme. No pude hacer nada, y la impotencia me carcomió. Jamás había visto a un demonio tan de cerca, pero nunca olvidaré su aspecto. Eran altas, de piel roja como el fuego, con unos agudos cuernos en la cabeza, colas muy largas y puntiagudas, ojos chispeantes y unas cicatrices enormes en las espaldas, justo en el lugar donde alguna vez seguramente estuvieron sus alas. Se reían de mí abiertamente, burlándose de mi situación. Una de ellas se me acercó, me miró de la cabeza a los pies y, relamiéndose los labios, exclamó:

—¡Pero miren qué hermoso ángel tenemos aquí! ¿Deberíamos matarlo!

—No —respondió otra—. Eso sería un gran desperdicio.

—¡Eso! ¡Que viva y sea nuestro juguete! —gritó una tercera.

—Propongo que corrompamos su castidad —dijo una cuarta, mirándome con tal lujuria, que un escalofrío desagradable me recorrió todo el cuerpo.

—Tengo una idea mejor —La quinta hizo aparecer una daga cubierta de símbolos entre sus manos y me la acercó—. ¿Reconoces esto?

No respondí, pero por supuesto que reconocía el arma. Era una daga ceremonial utilizada para herir tanto a seres angelicales como a demoníacos.

—Entiendo —repuso la sexta demonia—. Pretendes cortar sus alas.

—Sabes lo que eso significa, ¿verdad? —dijo la última demonia, con la mirada más sádica que he visto nunca.

Sentí que mi espíritu se desmoronaba. Todo ángel sabía que perder sus alas significaba ser arrojado al infierno sin contemplaciones, no importaban las circunstancias. Sin embargo, no delaté mi debilidad frente al enemigo. Aún me quedaba mi dignidad, por lo menos, así que clavé mis ojos en ellas.

—Es un ángel orgulloso, a pesar de ser tan débil —dijo la que sostenía la daga, y pude notar un ligero tinte de admiración en su voz—. Sabe que le aguarda un destino peor que la muerte y, aún así, lo enfrenta sin titubear.

De repente, la daga fue arrebatado de sus manos y se disolvió como una nube de polvo ante nuestros ojos. Las Hijas de Lilith se voltearon con gruñidos horrendos al ver a la persona que les había quitado su arma mística.

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