Prólogo

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-Lo lamento, Finn. Pero no siento lo mismo por ti. -dijo dulcemente. Esa voz aterciopelada que era capaz de romperte el corazón en mil pedazos sin que te dieras cuenta. Esa voz que en este momento se dirigia a mí. Sólo para mi. Me tomó unos segundos darme cuenta de sus palabras exactas. Me sumergía en sus encantos inocentes y su dulzura. Claro, si no no se llamaría Dulce Princesa.

Eso es algo obvio.

Pero mis divagues sobre los encantos de su voz no son lo importante ahora. Finalmente me había decidido a hacerle saber lo que sentía por ella. Y ya ven el resultado. Probablemente es por la edad. Las personas no lo verían correcto. Y ya bien sabía que la Dulce Princesa odiaba que la criticaran. Ahora, sin embargo, eso tampoco es importante. Mi rosa color rosa especialmente para ella, se había inclinado ligeramente. Me había asegurado que no tuviera ni una pequeña espina. Me puse de pie, ya que antes estaba arrodillado. Jake me lo había aconsejado cuando le comenté sobre mis planes. Finalmente me decidí a hablar.

-Umm, esto es algo incómodo, entonces. -murmuré rascándome la nuca, para la ocasión, me habia quitado mi icónico gorro blanco, dejando ver mi cabello rubio perfectamente acomodado con gel (con olor a frutillas, claro) Me había preparado mentalmente para el rechazo, pero no pude evitar hacer un esfuerzo sobrehumano para esconder una pequeña lágrima. Supongo que la Dulce Princesa no lo notó. Me sentía avergonzado, esto iba a cambiar claramente nuestra comunicación. ¿Cómo la miraría a los ojos ahora? ¿A sus hermosos y brillantes ojos?

Unos ojos que miraban la pared de la derecha buscando una respuesta. Claramente ella no se esperaba esto. La interrumpí en su laboratorio, pero de todas maneras, eso no puede haber influido en su decisión. Suspiró y volvió a mirarme.

-Mira Finn, siento decirte esto, pero debo volver a mis estudios. -dijo, sin expresión. Esa frase terminó de romper mi corazón y bajarme la autoestima. Sin embargo, intenté mostrarme fuerte. No creo que a la Dulce Princesa le agrade tener un chico llorando desconsolado en su laboratorio. Sin embargo, no encontraba una respuesta adecuada.

-Ehh, si. Adiós, Princesa. -dije desanimado. Me fuí sin mirarla y sin darle tiempo a responder. La verdad, ya no podía seguir escuchando su voz.

Me hacía demasiado daño.

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