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Capítulo 10

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Solamente rayitas y puntos que quedaron marcados en el papel con los golpeteos de la pluma

Del segundo conde de Kilmartin, dos semanas después de recibir la tercera carta del conde de Kilmartin...

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—¿Está aquí?

—No.

—¿Aquí?

—¿Estás seguro?

—Totalmente seguro.

—Pero ¿vendrá?

—Dijo que vendría.

—Ah, pero ¿a qué hora va a venir?

—Eso no lo sé.

—¿No?

—No.

—Ah, muy bien. Bueno... ¡Ah, mira! Ahí veo a mi hija. Encantada de verte, Taehyung.

Taehyung puso los ojos en blanco, gesto de afectación que no hacía nunca, a no ser que fuera una circunstancia tan molesta que lo exigiera, y se quedó mirando alejarse a la señora Wang, una de las peores cotillas de la alta sociedad, en dirección a su hija Zi wei, que estaba charlando amablemente con un joven guapo, aunque sin título, en la orilla del salón de baile.

Habría encontrado divertida la conversación con la señora Wang si no hubiera sido la séptima, no, la octava (no debía olvidar a su madre) vez que lo sometían a ella. Y la conversación era siempre igual, incluso con las mismas palabras, con la única diferencia de que no todos lo conocían tan bien como para tutearlo y tratarlo por su nombre de pila.

Desde el momento en que Kim Yejin anunció que el esquivo conde de Kilmartin haría su reaparición en sociedad en su fiesta de cumpleaños..., bueno, Taehyung había estado totalmente seguro de que no volvería a estar a salvo de interrogatorios nunca más, al menos de cualquier persona que tuviera un tipo de relación de parentesco o amistad con un omega soltero.

Hoseok era el mejor partido de la temporada y ya había acaparado todo el interés sin siquiera haber hecho acto de presencia.

—¡Sir Kilmartin!

Levantó la vista. La condesa de Danbury venía caminando hacia él. Nunca una anciana más arisca y franca que ella había honrado con su presencia los salones de baile de Londres, pero a Taehyung le caía bastante bien, de modo que le sonrió mientras se iba acercando, observando de paso que los invitados junto a los cuales pasaba se alejaban precipitadamente.

—Lady Danbury —la saludó—, cuánto me alegra verla aquí esta noche. ¿Lo está pasando bien?

Lady Danbury golpeó el suelo con su bastón sin ningún motivo aparente.

—Lo estaría pasando muchísimo mejor si alguien me dijera qué edad tiene tu madre.

—Ah, yo no me atrevería.

—Psst. ¿A qué viene tanto secreto? No es que sea mayor que yo.

—¿Y qué edad tiene usted? —le preguntó, en un tono tan dulce como astuta era su sonrisa.

Lady Danbury arrugó la cara en una sonrisa.

—Je, je, eres listo, ¿eh? No pienses que te lo voy a decir.

—Entonces comprenderá que yo tenga esa misma lealtad hacia mi madre.

—Jumjum —gruñó lady Danbury, golpeando nuevamente el suelo con el bastón, para dar énfasis—. ¿Para qué dar una fiesta de cumpleaños si nadie sabe qué se celebra?

Silver Lining | hopevDonde viven las historias. Descúbrelo ahora