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Capítulo 19

... creo que Hoseok podría estar pensando en volver a casa. No lo dice así, francamente, en sus cartas, pero no puedo descartar la intuición de una madre. Sé que no debo animarlo a dejar atrás todos sus éxitos en la India, pero creo que nos echa de menos. Sería maravilloso tenerlo en casa, ¿verdad?

De una carta de Jung-eum Jung al segundo conde de Kilmartin, nueve meses antes del regreso del conde de Kilmartin de la India.

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Cuando sintió sus labios en los suyos, Taehyung sólo pudo pensar que había perdido la cordura. Nuevamente Hoseok le había pedido permiso. Nuevamente le había dado la oportunidad de apartarse, de rechazarlo y mantenerse a una distancia prudente. Pero otra vez su mente estaba esclavizada por su cuerpo, y simplemente no tenía la fuerza para impedir la aceleración de su respiración ni el retumbar del corazón. Ni el ardiente hormigueo de expectación que sintió cuando sus manos grandes y fuertes bajaron por su cuerpo.

—Hoseok —musitó, pero los dos sabían que su súplica no era de rechazo.

No le pedía que parara, le suplicaba que continuara, que le llenara el alma como lo hiciera esa noche pasada, que le recordara todos los motivos de que le encantara ser omega, y le enseñara la embriagadora dicha de su propia capacidad sensual.

—Mmm —murmuró él.

Tenía las manos ocupadas en soltarle los botones de la camisa, y aunque la tela estaba mojada y eso le hacía difícil la tarea, lo desvistió en tiempo récord, dejándolo solamente con la delgada camisola de algodón, que el agua de lluvia le pegaba al cuerpo y hacía casi transparente.

—Qué hermoso eres —musitó, mirándole los contornos de los pezones, claramente definidos bajo la tela de algodón—. No puedo... No...

No dijo nada más, por lo que el omega le miró la cara, desconcertado. Esas no eran simples palabras para el alfa, comprendió, sorprendido; se le movía la nuez del cuello, con una emoción que nunca se imaginó que vería en él.

—¿Hoseok? —susurró.

El nombre le salió como para hacer una pregunta, aunque no sabía qué quería preguntarle. Y el alfa, estaba bastante seguro, no sabría qué contestarle; al menos con palabras. Lo levantó en brazos y lo llevó hasta la cama; allí se detuvo para quitarle la camisola. Ahora podía parar, se dijo Tae; podía ponerle fin a eso. Hoseok lo deseaba, terriblemente, eso lo veía, su deseo era muy visible. Pero pararía si se lo decía. Pero no pudo. Por mucho que su cerebro le presentara razones para aclararle los pensamientos, sus labios no podían hacer otra cosa que acercarse a los del alfa, esperando otro beso, ansiosos por prolongar el contacto.

Deseaba eso. Lo deseaba a él. Aun sabiendo que estaba mal, era tan malo que no podía parar.

El alfa lo hacía perverso. Y deseaba deleitarse en eso.

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—No —dijo, y la palabra le salió de la boca con torpe brusquedad.

El alfa dejó las manos quietas.

—Yo lo haré —dijo el omega.

Hoseok lo miró a los ojos y a Tae le pareció que se ahogaba en esas profundidades color chocolate. Vio cien preguntas en esos ojos, ninguna de las cuales estaba preparado para contestar. Pero sí sabía una cosa, aun cuando no pudiera expresarlo en voz alta. Si iba a hacerlo, si era incapaz de negarse la satisfacción de su deseo, por Dios que lo haría de todas las maneras posibles. Tomaría lo que deseaba, robaría lo que necesitaba, y al terminar el día, si lograba recuperar la razón y poner fin a esa locura, habría tenido una tarde erótica, una relación sexual pasmosa, crepitante, durante la cual estaría al mando.

Silver Lining | hopevDonde viven las historias. Descúbrelo ahora