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... estoy convencido de que no hace ninguna falta dramatizar tanto. No pretendo tener conocimiento o entendimiento del amor romántico entre dos individuos, pero no creo que su dominio lo abarque todo, que la muerte de uno destruya al otro. Sobrevivirías muy bien sin él, por discutible que te pueda parecer esto.

De una carta de Beakhyun a su hermano Taehyung, segundo conde de Kilmartin, tres semanas después de la boda de Taehyung.

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El mes que siguió al aborto espontáneo fue lo más semejante al infierno en la tierra que puede experimentar un ser humano. De eso Hoseok estaba seguro.

Cada nueva ceremonia a la que debía someterse, cada vez que debía firmar un documento como conde de Kilmartin o tenía que soportar que lo llamaran «milord», se sentía como si se empujara más lejos el espíritu de Seojoon.

Muy pronto sería como si Seojoon no hubiera existido nunca, pensaba, aun tratando de ser objetivo. Incluso había dejado de existir el bebé, que habría sido el último trocito de Seojoon que quedara sobre la tierra.

Y todo lo que había sido de Seojoon ahora era de él.

A excepción de Taehyung.

Y estaba resuelto a que eso continuara así. No haría, no podría hacerle, ese último insulto a su primo.

Había tenido que verlo, por supuesto; le había dicho todo lo mejor que se le ocurrió para consolarlo, pero dijera lo que dijera, no era lo adecuado, y el omega simplemente desviaba la cara y se quedaba mirando la pared.

No sabía qué decir. Francamente, sentía más alivio porque estuviera sano, porque el aborto espontáneo no hubiera dejado secuelas en su salud, que pena por la pérdida de su bebé.  Las madres, es decir, la suya, la de Seojoon y la de Taehyung, se habían sentido obligadas a describir la sangre derramada con todos sus espeluznantes detalles, y una de las criadas había ido corriendo a buscar las sábanas ensangrentadas, que alguien había guardado para que sirvieran de prueba de que Taehyung había sufrido un aborto espontáneo.

Lord Winston lo aprobó asintiendo, pero luego le explicó que de todos modos él tendría que observar al segundo conde, simplemente para cerciorarse de que esas sábanas eran realmente del omega y que no estaba engordando. Esa no sería la primera vez que alguien hubiera intentado burlar las sacrosantas leyes de la primogenitura, añadió.

Él sintió el intenso deseo de arrojar por la ventana al parlanchín hombrecillo, pero se limitó a acompañarlo a la puerta. Al parecer ya no tenía la energía suficiente para actuar conforme a ese tipo de rabia.

Pero no se había mudado a la casa Kilmartin. No estaba preparado para eso y la sola idea de vivir ahí con todos esos omegas lo sofocaba. Sabía que tendría que mudarse muy pronto; eso era lo que se esperaba del conde. Pero por el momento estaba bastante contento en su pequeño apartamento.

Y ahí estaba, eludiendo su deber, cuando Taehyung fue finalmente a verlo.

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El ayuda de cámara lo hizo pasar a la pequeña sala de estar.

—¿Hoseok? —dijo, cuando él entró.

—Taehyung —repuso él, sorprendido por su aparición. Nunca había ido a su apartamento, ni cuando Seojoon estaba vivo ni después—. ¿Qué haces aquí?

Silver Lining | hopevDonde viven las historias. Descúbrelo ahora