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Capítulo 24

... No sé cómo decirte esto y tampoco sé cómo vas a recibir la noticia, pero Hoseok y yo nos casamos hace tres días. No sabría explicar los acontecimientos que nos llevaron al matrimonio, aparte de decir simplemente que me pareció que era hacer lo correcto. Sabe, por favor, que esto no disminuye en nada el amor que sentía por Seojoon. Él siempre tendrá un lugar especial y querido en mi corazón, como tú...

De la carta del segundo conde de Kilmartin a Joon-hee, la condesa de Kilmartin viuda, tres días después de su boda con el conde de Kilmartin.






Pasado un cuarto de hora, Hoseok se sentía extraordinariamente mejor; no bien del todo, claro; ni estirando mucho la imaginación podría convencerse de que era el hombre sano y enérgico de siempre. Pero seguro que el caldo le había hecho bien, como también la conversación, y cuando se levantó para usar el orinal descubrió que las piernas lo sostenían con más firmeza de lo que habría creído. Terminada esa tarea procedió a hacerse un improvisado lavado, quitándose la mayor parte del sudor con un paño mojado. Cuando se hubo puesto una camisa limpia, volvió a sentirse casi humano.

Caminó hasta la cama, pero no logró decidirse a meter su cuerpo entre esas sábanas mojadas de sudor, de modo que tiró del cordón para llamar a un criado y fue a sentarse en su sillón de orejas de piel, girándolo un poco para poder mirar por la ventana. El día estaba soleado; ese era un cambio agradable. El tiempo había estado revuelto esas dos semanas que llevaban casados. No le había importado particularmente; a un alfa que se pasa gran parte de su tiempo haciéndole el amor a su omega, como había hecho él, no le importa mucho si está brillando el sol. Pero en ese momento, fuera de su lecho de enfermo, descubrió que se le elevaba el ánimo al ver el brillo de la luz del sol en la hierba cubierta de rocío. Notó un movimiento abajo que le llamó la atención, y vio que era Taehyung, que iba caminando a toda prisa por el jardín de césped. Estaba lejos, por lo que no lo veía con claridad, pero iba ataviado con un abrigo muy práctico y llevaba algo en la mano.

Se inclinó, acercando más la cara a la ventana para verlo mejor, pero justo en ese momento desapareció detrás de un seto y lo perdió de vista.

En ese momento entró Reivers.

—¿Ha llamado, milord?

Hoseok se giró a mirarlo.

—Sí. ¿Podrías encargarte de que suba alguien a cambiar las sábanas?

—Por supuesto, milord.

—Y... —continuó él, con la intención de decirle que le hiciera subir la bañera con agua caliente también, pero, sin pensarlo, se le escaparon las palabras—: ¿Sabes adónde va Sir Kilmartin? Lo vi atravesando el césped.

—No, milord —contestó Reivers, negando con la cabeza—. No tuvo a bien comunicármelo, aunque Davies me dijo que le pidió que le dijera al jardinero que le cortara unas pocas flores.

Hoseok asintió, siguiendo mentalmente la cadena de personas; en realidad debería respetar más esa afición a los cotilleos de los criados.

—Flores, dices —musitó, pensativo.

Eso era lo que llevaba en la mano cuando lo había visto hacía unos minutos.

—Peonías —confirmó Reivers.

—Peonías —repitió Hoseok, inclinándose con interés.

Esas eran las flores predilectas de Seojoon, y fueron las principales en el ramillete de boda de Taehyung. Casi le consternaba recordar un detalle así, pero aunque tan pronto como Seojoon y Taehyung se marcharon de la fiesta él se emborrachó como una cuba; recordaba la ceremonia hasta en los más mínimos detalles. El traje era azul, azul hielo. Y las flores eran peonías. Tuvieron que conseguirlas en un invernadero, pero Taehyung había insistido en eso. Y repentinamente supo exactamente adónde iba, bien abrigado para protegerse del ligero frío del aire.

Silver Lining | hopevDonde viven las historias. Descúbrelo ahora