Parte 2

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Esa noche me envió la dirección por mensaje, sin más, solo una dirección, pronto me di cuenta al llegar que se trataba de un bar de mala muerte, incluso el taxista se impresionó y me preguntó: Vas a entrar ahí. 

No le respondí solo le di su dinero.

Entré y un grupo de hombres se giraron para verme, y a continuación me adentré a este lugar, Inmediatamente una sombra negra al fondo me levantó la mano para hacerse notar. Mi trasero fue como un iman mientras me habría paso, me puse incomoda. Estaba segura de conocer a todos en el pueblo pero me equivocaba. Aún así me alegraba no conocer a estos tipos.

Encontré a Eduard sentado casi al fondo, en el sitio más oscuro, usaba un Suéter negro y una gorra con la que se cubría el rostro.

—Hola Florence. —habló, mientras yo tomaba asiento frente a él. —Lamento haberte citado en este lugar, pero quería asegúrame que fueras alguien de confianza.

Alcé una ceja algo contrariara.

—Curioso. Porque yo estoy tratando de averiguar lo mismo sobre ti.

Analizó mi comentario como si fuera hasta ese momento que se daba cuenta que la moneda tenía dos caras y entonces mordió sus labios.

—Tienes razón. Estoy seguro que estoy dándote una mala impresión. Es solo que no me gustan los lugares con mucha luz.

—¿Por qué no? —le reté.

Hubo un intercambio de miradas y un breve silencio, era evidente que me estaba analizando, tratando de averiguar si yo podía sospechar algo sobre su identidad o si lo ignoraba completamente, era como si quisiera descubrirlo en mi mirada pero no sé lo dejé fácil, mi expresión era inescrutable.

—Bueno...eso es porque soy fotosensible.

—¿Incluso en la noche? —señalé, incrédula.

—No estoy mintiéndote, Florence. —respondió en un tono monótono y despreocupado, la mesera pasó a nuestro lado y rápidamente me ofreció si quería tomar algo, aunque sabía que lo hacía para desviar la atención del tema.

Quería decirle que no tenía edad para tomar alcohol, pero rápidamente me di cuenta, que en ese lugar eso no importaba mucho, aún así pedí  una bebida sin alcohol, Eduard pidió lo mismo que yo.

Y yo que nunca había sido partidaria de confiar en alguien a la primera, que era por naturaleza evasiva a hablar de mi misma me encontré contándole mi vida, a aquel extraño de mirada atenta que asentía entendiéndome a la perfección, sus preguntas eran agudas y me hacía querer relatarle mis cosas, solo entendería tiempo después el hipnótico efecto que Eduard causaba en los demás, pero aún así, nunca se aprovechaba de esto, pude haberle confesado mis oscuros secretos porque sentía que no había nadie en el mundo que me entendiera salvo él.

Y así  la conversación se tornó a un nivel al que jamás había llegado con alguien, de un segundo a otro el lugar no importó, si al inicio estábamos a cada extremo de la mesa ahora estábamos sentados a centímetros. Pronto le había relatado mi infancia, mis sueños, mis miedos, como nunca antes había podido hacerlo con nadie, me asustó su poder tanto como me encantó.

—Te acabo de contar más de lo que mis amigos saben sobre mi. —dije, mirando hacia otro lado.

—¿y no te gusta?

—No lo sé.

—¿No te gusta ser transparente con una persona desconocida? Creo que contarle a alguien extraño quien eres es la mejor de las sensaciones.

Sonreí.

–Es una teoría extraña. —concluí. —¿Sueles contarle tu vida a extraños?

—No. Pero las personas en los bares siempre me cuentan sus vidas y me he dado cuenta que es terapéutico sincerarte con un desconocido. Con alguien que no te juzgará, y como ves Tengo una gran capacidad para escuchar.

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