Parte 13

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El motel Loto estaba retirado de todo, en medio de la carretera, no había ninguna otra localidad a kilómetros de aquí.

Me estacioné en frente, tenía la llave en mi bolsillo, asumí que encontraría a Ed en la misma habitación en la que se había estado quedando cuando vine la primera vez, al inspeccionar el sitio encontré con que no había nadie fuera, todo estaba extrañamente silencioso y oscuro.

Por eso le gustaban tanto estos sitios.

No vacilé, bajé del carro determinada, metí la llave y abrí la puerta. Después de todo no había nada que me hubiera preparado para lo que encontré.

La habitación estaba como la recordaba, pero en penumbras, la lámpara de noche era la única fuente de luz, pero era suficiente para enterarme de lo que estaba ocurriendo ahí.

Eduard se encontraba de espaldas y de rodillas, ocupandose de algo que le causaba mucho trabajo físico pues su respiración era agitada, se giró al orime abrir, con esa glacial mirada azul, desconocí esos ojos tan vacíos que me devolvían la mirada.Su rostro y manos estaban salpicados de sangre, el cuchillo empuñado con fuerza en sus manos, aún clavado en el cuerpo que yacía de boca en un charco de sangre.

Aún seguía sujetando fuertemente el picaporte, atónita. Mis ojos danzaban de ida y vuelta entre Ed y el cuerpo frente a él.

—Cierra la puerta, por favor. —dijo, con mucha serenidad. Y se levantó del piso lentamente cuando no obtuvo respuesta alguna de mi, y vino hasta mi tan naturalmente como si no lo hubiera encontrado haciendo nada fuera de lo normal.

Me había congelado, mi cuerpo no me respondía, no podía hacer nada más que observar el cadaver, sus ojos aún seguían abiertos, vacíos como si buscara apartar su mirada de ahí. Su espalda estaba expuesta, no llevaba camiseta o a lo mejor si la había llevado
pero ahora estaba hecha jirones, tan desgarrada como su piel.

Estaba temblando y no fui consiente de que Eduard se había acercado conduciendome suavemente hacia adentro para cerrar la puerta detrás de mi, su mano me dio una caricia húmeda en el rostro; y acto seguido me dio un apasionado beso en los labios, aquello me erizó totalmente la piel, haciéndome salir de mi estado de shock.

—Eduard, ¿Tuve que resolver ese acertijo
para encontrare haciendo esto? —me oí decir en una voz que desconocí como mía.

—Florence, yo...lo lamento. No quería que lo supieras de esta forma.

—¿Que significa eso exactamente? —dije horrorizada. Él sostenía mis manos temblorosas sobre las suyas.

Su expresión era imperturbable, tan impenetrable que contrastaba con mi estado de ánimo alterado.

—Ese enigma fue la única forma en que podía hacerte llegar el mensaje sin que cayera en manos equivocadas. —dijo, con una imperturbable voz ronca. —No podía arriesgarme a escribirte simplemente. Espero que lo entiendas.

—¿Entender? —escupí. —¿qué es lo que tengo que entender de lo que hiciste en ese choza? Porque fuiste tú....Ariel.

Parpadeo sorprendido. Soltó mis manos repentinamente al escuchar su nombre, retrocedió, desconfiado y sintiéndose expuesto.

—Después que descubrieron lo que había hecho en la choza supe que solo tenía unas horas. Para huir. Destruí mi móvil y todo lo que pudiera servir para localizarme. Y dejé todo preparado para hacerte venir aquí.

—¿Para que? ¿Por qué quieres hacerme ver esto?

Estudiaba con intensidad mi rostro al mirarme tan preocupada, su usual mirada había vuelto, como si de pronto esos ojos gélidos tuvieran vida nuevamente, volvía a ser cálida, intentó abrazarme como si su instinto protector hubiera despertado.

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