Parte 8

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Querer a Eduard era como querer un ave libre, el se describía como un lobo solitario, pero era en definitiva un ave que va construyendo nidos a su paso, e improvisando en su camino. Un ave libre, enjaulada solo en sus propias miserias.

Había aspectos muy oscuros en su personalidad. A veces lo veía sufrir. Estaba en una cárcel dentro de él mismo como Una perpetua tortura. De la cual no tenía control. En ocaciones se lastimaba a sí mismo porque no se reconocía, estos episodios venían acompañados de su tic nervioso de frotarse el cuello con incomodidad como si doliera, pero solo él tratando de apartar los pensamientos intrusivos de su mente. Yo me tomaba la tarea de traerlo de vuelta con suaves susurros, me abrazaba acurrucándose sobre mi pecho, y acariciaba su cabello, eso lo tranquilizaba.
Después tomaba su cuaderno y escribía durante horas.

Pero cuando esto no funcionaba sencillamente salía. Tomaba su capucha negra y su mochila y se marchaba. Me escribía horas después para asegurarme que había estado dando un paseo por el bosque, en sus bosques oscuros que venía recorriendo durante tantos años, supongo.  Yo hacía como que le creía porque cuando volvía regresaba como el Eduard que yo conocía. Ya no sufría más, sonreía.

No podíamos arriesgarnos a que nos vieran en público, en parte porque Eduard casi no salía en público a no ser que estuviera bajo la seguridad de la noche, pero también porque había metido la idea del chico asesino en la mente de mi padre, así que Eduard se había mantenido completamente alejado del panorama frente a él, lo último que quería era que la idea eclosionara en mi padre y se pusiera a investigar y a unir cabos. Lo mantenía, ademas con la excusa de ir a reunir con Lissie o quedarme a dormir con ella, pero era un camino resbaladizo mentirle a papá, porque él era muy astuto, por eso ver a Eduard era tan difícil como poco frecuente. Por eso teníamos que elegir muy bien el día, para no levantar sospechas de papá.

Seguí mi vida normal, manteniéndome al margen, yendo al instituto y a la tienda a buscar a mi padre como si todo estuviera bien, guardándome el tema de Eduard como mi más grande secreto.

Cada vez era más difícil, en las últimas semanas habían salido a la luz los rastros que Eduard había dejado tras de sí antes de llegar a Middleton, tres cadaver es para ser exactos.

Más de lo mismo: Masculinos, Apuñaladas, un petirrojo dibujado con la sangre de las víctimas. La foto de Ed con su nombre Real "Ariel J Preston" y una frase bajo ella: se le considera armado y peligroso. La foto de Eduard con su cabello rojo y corto, me recordaba a la pintura del ángel caído de Alexandre Canabel, ahora lucia más mayor, más masculino, y el color negro de su cabello había regresado dándole una aspecto aunque más ordinario, muchísimo más misterioso y enigmático.

-¿Estas?

Le Escribí, Respondió unos minutos después.

Eduard: Aqui estoy, pequeña. Hemos estado talando árboles  todo el día. Desde que Roger me enseñó a usar las  máquinas parece que soy el único que puede hacerlo!

Tu: te estás quejando de tu trabajo, Eduard? 😂 tienes dinero suficiente  como para pasar una vida contemplando el mar.

Eduard: Pero tengo que mantener mi mente ocupada en algo. La vida aquí es muy tranquila. Me gusta. Por eso estoy tratando de acoplarme bien. La señora de la cafetería ya me reconoce cada vez que llego y dice: "¿lo de siempre?" Nunca me había pasado.

Tu: preces un niño emocionado a veces.

Eduard: lo soy todo el tiempo! Y como ha ido tu día?

Tu: fue un día tranquilo. -mentí. Especialmente porque no dejaba de reproducir una y otra vez lo que había escuchado en las noticias, temía que siguieran ese rastro y encontraran a Eduard.

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