Parte 5

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Había tomado el coche de papá aprovechando que él estaría todo el día en la tienda, las clases habían terminado temprano por eso conduje hasta la cabaña, seguramente Eduard estaría en el trabajo aun, pero le había escrito diciéndole que lo esperaba en nuestra cabaña. Tomaba una hora poder llegar hasta allá pero había hecho el recorrido tantas veces con Ed que ya me parecía corto.

La vista de la cabaña actualmente era muy diferente al inicio, habíamos sembrado florecillas trepadoras y subían por toda la base de la cabaña.

Y cuando la compra estuviera concretada comenzaríamos según las palabras de Ed a construir un techo de madera para llenarlo de flores y helechos.

Algo me hizo detenerme en la entrada, había un espeso humo saliendo desde el terreno trasero de la cabaña. ¿Que podría estarse quemando?

Entré enseguida y al cruzar la cabaña me encontré con Ed estaba ahí, de espalda observando la fogata en la tierra, el olor a quemado era insoportable, pero él permanecía de pie observando algo consumirse.

Debió escuchar mis pasos sobre la tierra porque se giró hacia mi, al inicio sorprendido de hallarme ahí, lo disimuló rápidamente con una sonrisa.

–Oh Florence. Eres tú.... —habló mientras caminaba hacia mi, tomándome de la cintura y depositando un beso en mi mejilla, mi mirada se alternaba de la fogata a él, confundida.

Eduard llevaba únicamente una camiseta blanca, que solía llevar bajo el suéter, y un par de jeans negros polvorientos que colgaban de sus estrechas caderas.

—Te escribí. —dije sencillamente, en tono frío. Llegué a advertir que lo que se quemaba era tela negra, pero no estaba segura pues Eduard insistía en mantenerse frente a mi, impidiéndome la visión.

—Ah lo siento. Estuve ocupado creo que...—Saco su móvil de los jeans. —Está apagado, lo siento. Iba a pasar por ti, pero no me he percatado de la hora.

—¿Hiciste una fogata? —cuestioné, el tono acusador era evidente en mi voz.

Él no respondió, seguía obstaculizando mi camino, todo tipo de ideas comenzaron a invadir mi mente, mis manos temblaron.

—¿Quieres tomar algo? —me invitó como si no estuviera pasando nada. —Vamos a dentro.

Tomó mi mano y me condujo pero me zafé de su agarre en el acto, con brusquedad, lo quería lejos de mi. Esto lo desconcertó.

—¿Que estás quemando?....¿Eduard? —Insistí cuando lo único que recibo fueron silencio de su parte y miradas frías.

—Solo quemé un par de cosas.

—¿Quemaste un par de cosas? —continue, confusa. Su mano seguía extendida, ofreciéndomela para que lo acompañara a dentro.

—Una sudadera. Eso es todo. —dijo sencillamente, seguía imperturbable como siempre aún cuando mi mirada lo fulminaba furiosa, comenzaba a perder el control y él me observaba con tanta tranquilidad.

—¿Porque tuviste que quemarla?—Las palabras se atoraron en mi garganta porque a medida que se acercaba a mi, mis ojos captaron algo sobre sus pantalones, estaban sin duda alguna cubierta por gruesas gotas de sangre. Sentí desfallecer mientras lo veía acercándose a mi para sostener mis manos entre las suyas.

Se dió cuenta de lo que había llamado mi atención y comenzó a negar varias veces.

—Por favor Flo, no me preguntes nada. —pidió, apuñando los ojos con fuerza como si quisiera apartar pensamientos de su mente. —por favor no me preguntes...

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