Yo amaba a Flo, quiero que lo entiendas, quiero que entiendas que habría dado mi vida por ella. La amaba y los que digan lo contrario, mienten. No los escuches.La reconocí entre la multitud enseguida.
Mi Florence salía de su palacio de libros cuando mis ojos se toparon con ella, yo llevaba ya varios años muerto en vida, conduciéndome por la vida sin alma, esos años había sido para mi tiempo muerto, sin emociones ni hechizos, pocas cosas podían jactarse de sorprenderme pero verla a ella en todo su esplendor, en ese vestido rojo movido por el viento, no solo me dejó sin respiración. Me quede sin habla.Yo me encontraba al otro lado de la calle en las mesas de afuera de la cafetería a la que iba sin falta cada mañana movido por un extraño presentimiento. No lo entendería sino hasta ese momento a que se debía ese extraño sentimiento.
Mi Florence Apareció en mi centro de visión brevemente, y desapareció entre la gente sin dejar rastro, dejándome anonadado. Podía haber jurado que había imagino aquella escena, aquella mujer de asombrosa belleza que tan familiar se me hacía no debía ser más que un espejismo, la sombra de un recuerdo, el fantasma de una persona que me perseguía ya no solo en mis sueños, hubiera podido creer que me estaba volviendo loco de no ser porque la suave brisa que había acariciado su cabello rojizo me trajo consigo su olor.
Lo que sucedió después yo sigo sin poder explicármelo, pero es la verdad.
En la misma brisa me que había traído su perfume llegó un petirrojo, que se posó elegantemente sobre mi mesa. Permanecí unos instantes contemplando el pájaro que parecía penetrar los oscuros rincones de mi alma con su atenta mirada. Su presencia me sacudió, me invadió el miedo cuando reconocí su mirada.
Permanecimos frente a frente en esa extraña conexión entendiéndonos en un secreto idioma que no sabía que dominaba.
Después de un buen rato de contemplación, tomé un trozo de mi pan desmigajándolo en la palma de mi mano y la extendí frente al petirrojo, el permaneció Imperturbable sin siquiera dar un temblor de alas y sin romper el encanto de nuestras miradas.
El pájaro dio un solo salto al frente. Aceptada la ofrenda, empezó a picotearla.
¿Cómo podría olvidar aquello y sobre todo, cómo podría no tomarlo en cuenta?
Asumo el riesgo de pasar por un cursi, un romántico, o un místico pero juro que jamás sentí una unión más perfecta con otro ser como lo hice con mi Florence. Ella había llegado para quedarse, sus suaves palabras eran suficientes para calarme los hueso, sus caricias bastaban para tocar fibras sensibles en mi. Ella me arrebató suspiros y me arrancó emociones que creí que jamás sería capaz de volver a experimentar. Me dio calma y paz. Alejó los demonios durante un tiempo.
Florence y únicamente mi Florence.
Fue algo maravilloso y tan conmovedor; pues al aplastar ese pan entre mis manos, el petirrojo entendió que fue mi propio corazón el que desmigajaba, para ponerlo a su al alcance, para reducirlo a la medida adecuada de sus delicados picoteos.
Que comiera a su gusto.
Que absorbiera mi esencia y que le saciara para este invierno y para todos los inviernos futuros.
Cuando el petirrojo quedó saciado, efectuó ante mi mirada una curiosa vuelta sobre sí mismo, a saltitos. Luego emprendió el vuelo y desapareció en el cielo.
Demasiado hermoso, demasiado noble para mí. Los ojos me picaban, esas lágrimas eran la primera muestra que ella me haría salir de mi entumecimiento. Mi confirmación de que quedaba en sus manos, en su total disposición.
Había sido ella diciéndome aquí estoy y yo aún no sabía cómo se llamaba.
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Petirrojo
Mystery / ThrillerFlorence está obsesionada con el asesino serial apodado Petirrojo, lee sobre él en foros de misterio, su forma de actuar es fría, calculadora es inteligente y escurridizo, su firma personal: un petirrojo que dibuja con la sangre de sus víctimas. La...