CAPITULO 23

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Elizabeth: te agrada mi sorpresa cariño-comenzando a besar su cuello-espero estés muy cómodo con lo que prepare.

Meliodas volteo a ver a esa voz tan sensual y cuando vio a la peli plateada casi se le sale una hemorragia nasal por la nariz por la imagen que estaba presenciando, se veía muy sexy, mucho más que cuando usa su bikini en la playa, para él esa una vista era muy apetecible, las mejillas de Elizabeth estaban rojas como una fresa y sus labios estaba con un ligero brillo que lo tentaba a probarlos hasta dejarla sin aliento, sus curvas lo hacían imaginar un millón de cosas pecaminosas que estaba ansioso de probar, el se comenzó a preguntar si era un sueño, pero al sentir como Elizabeth tomaba sus manos y les daba un beso en los nudillos, toda duda se esfumo, era real, todo era real.

Meliodas: c... cariño, a que se debe... tan generosa sorpresa-comenzando a acariciar su mejilla sonrosada.

Elizabeth: pues no por nada especial, solo que te deseo mucho mi amor-dándole un beso fugas- y me pareció perfecto darte ese pequeño regalo en este lugar maravilloso-mientras comenzaba a desabotonar la camisa de Meliodas-o acaso ¿no me deseas? -fingiendo cara de preocupación.

Meliodas: po...por supuesto que te deseo, de mil y una formas en este momento-deteniendo las acciones de Elizabeth - ¿nadie te forzó a esto verdad? Porque una vez que comience lo parare- acercándola a él.

Elizabeth: claro que no, nadie me forzó a esto-sonriéndole- todo esto lo hago porque te amo -terminando de desabotonar la camisa y comenzar a acariciar sus hombros.

Meliodas no respondió nada y como forma de afirmación comenzó a besarla apasionadamente, comenzando con una danza con sus lenguas que gano el rubio. Entre caricias y besos fueron retrocediendo para caer sobre la cama.

Como si fuera un rayo comenzó a desatar el lazo de hacia que la lencería se sujetara al cuerpo de la peli plateada y dejarla totalmente desnuda de arriba, para después comenzar a bajar las bragas negras que bloqueaban la vista general de su diosa. Era una obra de arte para sus ojos; su sonrojo era adorable y muy apetecible. Sin perder tiempo se quito el short de playa que traía puesto y el bóxer para estar a la par que su novia y así disfrutar más el momento.

Elizabeth se sonrojo al ver al rubio en las mismas condiciones que ella, eso la hizo encenderse a mil, ver a su novio en todo su esplendor, ver su escultural cuerpo y saber que solo era para ella, era lo más hermoso que había visto.

Meliodas: mi amor... Elizabeth...- jadeaba mientras besaba su cuello y comenzaba a seguir su camino de descenso por el cuerpo de la peli plateada. Comenzó con su pecho después con su vientre y después besar su pubis, Elizabeth no pudo evitar comenzar a temblar por la descarga de sensaciones tan deliciosas que el rubio ocasionaba en ella. El luego volvió a subir hacia sus pechos, y comenzar a llevarse uno a la boca mientas masajeaba el otro pezón, después comenzó sus atenciones con el otro, era lo más delicioso que el rubio había probado y lo mas pecaminoso que había sentido en el ese momento la peli plateada.

Elizabeth comenzó a friccionar sus caderas contra la erección del rubio, eso hizo que Meliodas pasara su atención a la flor palpitante de Elizabeth, y sin pudor comenzó a meter sus dedos para así estimular a la peli plateada, era lo más delicioso que Elizabeth había sentido, se sentía desfallecer; el rubio no dejo de besarla y acariciar esa zona sensible hasta que Elizabeth tomo de los hombros a Meliodas y lo separo un poco de ella para tomar un poco de aire.

Elizabeth: yo también... quiero tocarte mi amor...-y así ella comenzó sus atenciones, besando sus pectorales bien formados, su vientre, para de nuevo subir y besarlo con mucha pasión, sin dejar de acariciar su amplia espalda, de la nada se puso más atrevida y llevo su mano hasta su asta palpitante entre sus piernas, comenzó apretando ligeramente la punta y poco a poco se fue adueñando de la zona, el rubio no se quedo atrás y volvió a estimular la hendidura húmeda de la peli plateada, en ese momento se sentían en el paraíso, era como llegar al cielo o al infierno debido por la forma que se tocaban y se deseaban, tanto de forma carnal como por el amor que se tenían el uno al otro, pronto la habitación se lleno de gemidos de placer, que no les importo si alguien más lo oyera, estaban en el éxtasis del momento.

Otra oportunidad para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora