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<Narrador>

Ultra Convoy se había dirigido a la sala de seguridad del cuartel general, se alivió al ver que allí no había nadie. Aunque en una situación normal éste habría mandado a llamar al encargado en turno, esta vez no lo haría, pues necesitaba privacidad para cumplir su cometido.

Tomó asiento frente al panel de control que manejaba todas las cámaras del establecimiento, allí buscó las de su oficina y al encontrarlas detuvo la grabación.

—Aquí estás...— dijo viendo la pantalla del panel. La cámara uno enfocaba el escritorio y la cámara dos enfocaba casi todo el despacho.

Moviendo el cursor arrastrando su dedo medio en el mousepad, seleccionó todo el fragmento de vídeo desde que Sentinel entró en la oficina hasta que la abandonó, procediendo a la eliminación de aquellos minutos grabados. Volvería a repetir el proceso con las copias de seguridad, deshaciéndose de toda evidencia que levantó su arma en contra de uno de sus subordinados, acto que podría costarle su puesto y prestigio.

Ya suficiente tenía con haber participado en un complot para provocar una guerra, no necesitaba una acusación por una imprudencia sobre sí.

Hacia afuera seguía siendo el gran comandante de la Guardia de Élite, pero a puertas cerradas, era presa del pánico, los créditos no valían la situación actual, menos aún cuando ahora estaba contra dos espadas que podrían acabar con él, la de Proteus que apuntaba a su nuca y la de Sentinel que apuntaba directamente a su cuello. Si continuaba persiguiendo a Kup, Sentinel revelaría todo lo que ocurrió, antes y después, en Kaon, pero si cesaba en la cacería del desertor, Proteus podría señalarlo como el único responsable de tal acto, viéndose a sí mismo como un gobernante engañado por un astuto comandante.

Él sería rechazado por completo y, en el mejor de los casos, arrojado a una celda oscura por el resto de su vida, pero en el peor, sería fusilado, muerto por gas oxidante o posiblemente sería él quien fuese linchado en una plaza y no Proteus, como había manifestado anteriormente en su oficina. Pero lo que más le aterraba era lo que pudieran hacer con Magnus, de ser descubierto, él no podría hacer nada por protegerlo de la muchedumbre encolerizada, que iría por la cabeza de todo aquel que tenga una conexión con el comandante

Con su mano temblorosa, pensaba en que hacer. No podía vivir con dos espadas amenazando su vida, tenía que deshacerse de una y la respuesta de cual elegiría era clara; eliminar a un soldado era más fácil que eliminar a un gobernante.

Sentinel debía morir.

Se puso de pie para ir a su oficina y empezar a idear la muerte de Sentinel, pero esta vez, no involucraría a nadie más, él mismo se encargaría de planificar y ejecutar.

[ . . . ]

Lejos de allí, más allá de las proximidades de Tyger Pax, lugar donde se encontraba el gran campo de entrenamiento a donde iban los reclutas para la guerra, Orion Pax estaría parado con la vista puesta en las naves que abandonaban el planeta en dirección a la estación espacial.

Decepcionado por la situación, negaba con la cabeza. Otros jóvenes de su edad y entorno, inmaduros en su mayoría y mimados por sus padres, decían a viva voz que si pudieran, irían a la guerra porque les resultaba divertido tomar un arma y disparar contra criaturas salvajes. Sin embargo, Orion no caía en estos comportamientos, a diferencia de los que si, éste veía la realidad de las cosas. En algunas novelas que había leído, la guerra era plasmada como una experiencia maravillosa y reconfortante, enriquecedora y hasta excitante, ilustrada como el choque de las fuerzas del bien y del mal. No obstante, los libros de historia, aquellos que nadie toca, si ilustraban con lujo de detalle lo que era la guerra en verdad; sufrimiento, dolor, vidas arruinadas, sueños convertidos en pesadillas, juventudes e inocencias perdidas, rostros desfigurados, la dignidad convertida en humillación.  

Transformers Prime: MegatronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora