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El campo era bonito, tranquilo y las personas de allí no siempre eran buenas con el pequeño Jaehyuk. Los adultos lo trataban como un estorbo y le imponían el trabajo en la granja.

A Jaehyuk no le gustaba utilizar esas cosas raras que hacían mucho ruido y aplastaba a las bonitas flores. Tampoco le gustaba ver las manos lastimadas de sus abuelos luego de arrancar el pasto cerca de los cultivos.

Al pequeño Jaehyuk no le gustaba bañarse en el campo, porque el agua no siempre salía calentita. La esponja que su abuela usaba le dejaba marcas rojas en la piel. A Jaehyuk no le gustaba tener marcas en su piel.

Los niños del jardín donde comenzaba a asistir lo trataban feo por su acento de ciudad, por su forma de vestir, por su cabello bien peinado y por su forma de ser. Además, no querían que Jaehyuk jugara con ellos a la pelota en los recreos.

El pelinegro se sentía solito y ya no contaba con todos sus peluchitos para que le hagan compañía.

Lo único bueno en el campo era el tiempo que pasaba con su abuelo. Él le enseñaba muchas cosas que a Jaehyuk sí le gustaba. Como dibujar, pintar y bailar sin música. Le divertía saltar con el mayor y abrazarlo. Su cuerpo rechoncho era muy calentito y el olor que el hombre tenía no era como el del hombre de traje, era como el de su mami.

Extrañaba mucho a su mami.

Los días pasaron y el pequeño pelinegro comenzó a ayudar en la granja con mínimas cosas. Era notable que el pequeño era muy inteligente, pues era capaz de cazar cosas no tan sencillas a la corta edad que tenía.

En el jardín seguían molestándolo, pero no tan seguido como al principio. Ahora los otros niños lo invitaban a jugar a cosas más sencillas como a las escondidas, a la mancha o al policía y el ladrón. No siempre ganaba, pero al menos al final del juego lo invitaban a merendar. Seguía siendo un niño bonito después de todo.

Las llamadas de su madre dejaron de ser frecuentes cuando pasaron dos años, y luego ni siquiera se escuchaba el teléfono de la sala sónar.

El no tan pequeño pelinegro al cumplir los dieciséis había entrado a una etapa donde descubría quién era. Fue mucho peor que haber entrado a la pubertad de la cual aún no salía. Dejó de gustarle la música rock de sus amigos y ahora le atraían viejos clásicos que a nadie le agradaba, el negro ya no le gustaba, el amarillo era muy llamativo y le gustaba como le quedaba.

Su pelo azabache largo se volvió corto y castaño. Ahora no vestía con sus holgadas camisetas de bandas y jeans rotos. Ahora prefería portar camisa y corbata.

En el instituto se burlaban de su formal forma de vestir, pero a él poco le importaba. Se sentía cómodo así y no cambiaría por nada y por nadie.

Quizás una de las cosas que más se admiraba del no tan pequeño ahora castaño chico era aquella seguridad con la que caminaba y hablaba. Era un modelo a seguir y todos se lo hicieron saber. Además, era un chico muy inteligente y cuando eligió seguir la carrera de programador a nadie le sorprendió.

A Jaehyuk le gustaba pensar, era un chico que pensaba hasta en lo más mínimos detalles. Su abuelo lo llevó con un doctor porque su nieto era demasiado perfeccionista hasta el límite de volverse loco si alguien modificaba su horario sin avisar con tiempo.

Las cenas entras vecinos y amigos inesperadas era lo que más le disgustaba. Eso y el desorden.

Perfecto.

Perfecto.

Perfecto.

Perfecto.

Todo debía estar perfecto tratándose del castaño.

Aquellas sesiones no duraron mucho. El chico era imposible y sacaba de quicio a las personas que intentaban atenderlo con sus vagas e inteligentes contestaciones.

El certificado final siempre decía lo mismo

Yoon Jaehyuk, 17 años.

Es un chico sano.

En palabras mucho más científicas por supuesto.

—Abuela

—Dime, hijo

—Me iré

—¿Qué? ¿Nos dejarás, así como así? ¿Y la graja? ¿Y tu abuelo? ¿Dónde Planeas vivir?

Jaehyuk observó a su avejentada abuela mirarlo con preocupación. Ella no estaba preparada para dejarlo ir, pero si quería estudiar aquella carrera tendría que viajar a la ciudad. Él ya no recordaba cómo se sentía el aire de la ciudad, pero no le importaba, la decisión estaba tomada y por más que sus abuelos lloraran, él no cambiaría de opinión.

Al parecer los únicos de acuerdo con que se fuera era su abuelo y su primo Sunwoo. El primero porque siempre le dijo que tenía que aspirar a algo más grande que ellos y ser alguien en la vida, y el otro porque no le caía bien desde que lo conoció.

Mandó un formulario pidiendo una beca en una de las universidades de la ciudad de Seúl y después de unos cuantos días una carta llegó a la casa de sus abuelos. Allí le indicaron que había sido aceptado y becado en la universidad.

Ahora solo tenía que buscar algún lugar donde quedarse.

Ahora solo tenía que buscar algún lugar donde quedarse

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𝑆𝑖𝑙𝑒𝑛𝑡 𝐵𝑢𝑟𝑠𝑡 | °Jaesahi° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora