Capítulo 5

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—¡Yuliya! —gritó Aleksey mientras levantaba escombros de la casa derruida—. ¡Yuliya!

Aleksey se había asustado al no ver a Yuliya aparecer el día de su boda. Era el momento que tanto habían esperado. No había motivo para que ella decidiera no ir. Lo amaba con todas sus fuerzas. Algo malo había pasado.

Abandonó de inmediato la ceremonia dejando familia y amigos compartiendo miradas nerviosas. Algunos reían por lo bajo, preparados para salir corriendo a compartir las nuevas de la frustrada boda. No era una buena señal que ni Olga o Ivana, madre y hermana menor respectivamente de Yuli, hubieran aparecido.

Al divisar desde lo lejos la estructura colapsada, un frío sudor cayó por su espalda. "No, no puede ser...". Durante la noche anterior se había escuchado el estruendo de una tormenta eléctrica. No había caído ni una gota (ya fuera en forma de granizo o nieve) y apenas se había levantado viento. Tan sólo rayos y truenos que habían asustado a los vecinos y a los animales. No obstante, ninguna casa había sido afectada. "Aquí pasó algo más".

Aleksey apartaba pedazos de madera y piedra desesperado. Sus temores aumentaban conforme no encontraba nada. "¡Donde estás, Yuli!". Bajo la puerta de uno de los armarios, descubrió un cuerpo parcialmente cubierto por una viga.

—¡Oh Dios!

Lo sacó a toda prisa y se detuvo al hallar el cadáver de Olga, su suegra, con la cabeza aplastada. Contuvo las náuseas y prosiguió, tratando de ignorar esa desgraciada presencia. "¡Perdón! No puedo hacer nada por ti. Pero sí por tus hijas".

Que no fuera el cuerpo de Yuli, lo proveyó de esperanzas. "Ella está bien. Estoy seguro". Quiso ignorar el cargo de conciencia que suponía alegrarse por ello. Olga lo había querido mucho, tratado como uno de sus hijos. "Pero así te estoy pagando". Si salvaba a Yuliya e Ivana, su cuñada, podría redimirse por aquel atrevimiento.

Continuó con su trabajo sin importarle que sus manos desnudas estuvieran sangrando o que su ropa de gala estuviera rasgándose al engancharse en los escombros. Cascote tras cascote, esperaba poder encontrar el joven cuerpo de Yuli, desfallecida, herida, pero viva.

Una mano apareció debajo de un montón de piedras. "¡Yuli!". Frenéticamente las apartó y halló a Ivana con un puntiagudo trozo de madera clavado sobre su costado. A parte de eso, el resto de heridas y contusiones no eran de gravedad. Una joven como ella de dieciséis años podría recuperarse con el tratamiento adecuado. O al menos eso suponía Aleksey.

—Perdóname Ivana —pidió mientras arrancaba el trozo de madera, sin obtener reacción por su parte.

Dejó a Ivana acomodada en el mullido césped y prosiguió en su búsqueda. Tras mucho revolver lo que quedaba de la casa, no encontró rastro de Yuliya. No estaba ahí. "¿Dónde estás, mi amor?". ¿Habría escapado en el último segundo? ¿Estaría herida, perdida en busca de ayuda? Desechó aquella opción dado que no había sangre seca ni tampoco algún rastro que indicara el movimiento de alguien herido. Además, ¿a quién podría pedirle ayuda ella, si no a él? "¡Alguien se la llevó!", temió Aleksey.

Despojó su cabeza de esos pensamientos. Tenía que llevar a Ivana al médico del pueblo para que la asistiera lo antes posible. Su restablecimiento dependía de lo rápido que fuera atendida.

Corrió hasta la casa de Boris que estaba a un kilómetro de allí, a las afueras de Krasnovishersk donde era visitado continuamente por dolores de cabeza, de estómago y partos. Como no podía ser de otra manera, había gente esperando en su puerta. Aleksey irrumpió en el consultorio, ignorando lamentos y quejas, y dejó a Ivana sobre la camilla, mientras el doctor se despedía de uno de sus pacientes.

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