Capítulo 26

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Estaba todo preparado para la gran noche. Los nervios la estaban devorando. Jamás había tenido el rol principal en ningún evento. Siempre sus padres y sus hermanas habían liderado bailes, encuentros y presentaciones. Ella era una no más espectadora de lujo. Las cosas habían cambiado al fin. Anastasia era la cara visible del movimiento que asentaría las bases de un nuevo gobierno y una nueva esperanza. "¡Tranquilízate! Todo va a salir bien", dijo para sí.

Recorrió los dominios de su habitación con su vestido ya ajustado sobre su piel. Era un hermoso y recargado diseño hecho con seda de color dorado con diamantes bordados con hilo de oro por todo el corsé. Había una corona sobre la cama que no se había atrevido a llevar hasta el momento. No sabía si era la misma o una réplica de aquella que había llevado su madre en las más importantes recepciones. "La Corona de la Emperatriz". Realizada por medio de más de tres mil diamantes y oro, era junto con la Corona Imperial del Zar, el símbolo del poder de todas las generaciones de zarinas desde que los Romanov habían llegado al trono.

Aquello ya no era un juego. No había ensayos, ni dulces o rebuscadas palabras. Estaba frente a frente con la realidad. Cuando saliera por aquellas puertas, se daría inicio a una serie de eventos que cambiarían el rumbo de la historia (para bien o para mal). Sentía que su estómago estaba a punto de salírsele por la boca por el vértigo de encontrarse en medio de algo que era más grande que ella misma. "No todos los días se anuncia el nacimiento de una nueva era", pensó.

Y no todo terminaba en ella. Rasputín iba a presentar el poder militar del ejército negro. Bestias, hombres máquina y soldados resucitados. Robots y ciborgs los había llamado el monje (sin importar lo pudieran significar aquellas palabras).

—Es el momento, Majestad Imperial —avisó un soldado refiriéndose con la fórmula correspondiente a su rango de emperatriz.

Cerró los ojos mientras un escalofrío recorría su cuerpo. Sentía el poder. La emoción la embargaba y el embriagador perfume de la grandeza la rodeaba. Caminó con paso firme. Estaba sorprendida que sus rodillas no le temblaran. Estaba resistiendo la sensación de dar la vuelta y esconderse bajo la cama. Estaba a punto de aparecer. No habría vuelta atrás. El mundo la miraría a ella. Clamaría a ella. Rezaría y pediría cosas en su nombre. Estaba a punto de trascender, más que como emperatriz, como un ser divino.

El soldado la frenó antes de traspasar las puertas que la conducirían al altar dispuesto para su unción. Había un murmullo de voces que se preguntaban qué podría ser tan importante que reuniera representantes de varios países del mundo, de los distintos movimientos de la guerra civil rusa, periodistas y nobles de las más longevas casas europeas. "Me esperan a mí. Yo soy su esperanza".

—Buenas noches —era la voz del comandante Yevgeny—. Soy el comandante Yevgeny Vasilyev del ejército negro de Rusia. Me presento ante todos ustedes, nuestros invitados, para que esta noche seáis testigos del evento que cambiará el curso de los actuales acontecimientos en Rusia y en el mundo.

Al parecer Rasputín iba a seguir manteniéndose entre las sombras y manejando los hilos como un titiritero. "Esas cuerdas las tengo que cortar conmigo. No puedo cometer los mismos errores que mi madre".

—No estamos asociados ni a los movimientos rojo, blanco o verde. Tenemos un ideario distinto en el que trataremos de resolver todos los errores que están cometiendo todos estos bandos, manteniendo las ideas positivas de todos —las voces de protesta y las exclamaciones de sorpresa llenaron el ambiente.

—¿Qué es lo que os diferencia del resto? ¿Por qué deberíamos creer en vosotros más que en los demás? —preguntó un hombre vestido lujosamente de civil.

—Nosotros no jugamos con supuestos filosóficos. No hacemos del crimen acaecido en estas mismas paredes, nuestra venganza. Nuestras razones son genuinas y pacíficas. Es por eso, que quien lidera y respalda nuestra ideología e intenciones no es otra que la justa heredera al trono de los zares rusos: su Majestad Imperial, la zarina Anastasia Nikoláyevna Románova.

The Red Steam RevolutionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora