Capítulo 17

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Ivana esperaba sobre el colchón de algodón tapada por las mantas que le había dado el posadero. Tal y como llevaba haciendo las últimas semanas, no hacía otra cosa que pensar en Yuli y Aleksey. Pensar y pensar y pensar. Tantos sentimientos entre la cabeza y el corazón formaban una criminal combinación que no le permitía dormir. "No tengo una tregua ni durmiendo".

La puerta se abrió y por ella entró Aleksey secándose el torso desnudo. Era la primera vez que lo veía sin camisa tan cerca y aunque había pretendido hacerse la dormida, no pudo quitarle los ojos de encima. Sí. Era un semidiós. No cabía lugar a la duda.

—¿Sigues despierta? —preguntó mientras se secaba su cabello.

—No puedo dormir. Tengo mucho en que meditar.

—Vosotras las mujeres siempre dándole vueltas a las cosas. Deberíais ser un poco más como los hombres.

—¿Simples, infantiles y discutiendo todo el día sobre el tamaño de las cosas? Estás restando, Alyosha.

—Por un momento me había olvidado del carácter que tenías.

Aleksey se dio la vuelta mientras agarraba la camisa nueva. Ivana vio como una larga cicatriz cruzaba su espalda. Jamás le había visto esa herida.

—¿Qué te pasó ahí?

—¿Dónde? ¡Ah, la espalda! Fue un estúpido accidente de trabajo.

—No me parece muy estúpido, por la apariencia que tiene.

—Casi pierdo la movilidad de mis piernas. Por un momento pensé que no iba a caminar nunca más —comentó con un tono de tristeza que pocas veces había oído Ivana—. Estaba con mi grupo de trabajo y estábamos cumpliendo con el pedido a un buen ritmo. Si acelerábamos un poco más, podríamos regresar a casa pronto y descansar el resto de la semana.

»Cada uno estaba concentrado en su árbol que ni yo ni mi compañero nos dimos cuenta de que estábamos mal posicionados: me encontraba justo delante del árbol que él estaba cortando. Con la fuerza de los golpes no escuché como el resto del grupo me gritaba cuando el tronco se estaba desplomando sobre mí. Antes que pudiera reaccionar, me encontraba bajo un grueso abeto. Fue necesaria la ayuda de todos los compañeros para sacarme.

»Borya me atendió y me dijo que no hiciera ni un solo movimiento durante los siguientes meses. Tenía miedo de que mis huesos hubieran sido aplastados. Aparentemente no parecían estar mal, pero dado la terrible herida y el dolor que sufría, no quería arriesgarse.

—Ocurrió hace un año, ¿no? Fue cuando pasaron cuatro o cinco meses sin que te viera por allí. Yuli jamás dijo nada de eso. Sólo que estabas muy enfermo.

—No le dije que podía quedar inmóvil de por vida, hasta que me recuperé —dijo con rostro circunspecto—. Nadie quiere estar con un tullido bueno para nada.

—Yuli jamás habría hecho nada así. Ella te ama. Más de lo que cualquier otra persona podría hacer —aseguró sin saber por qué estaba diciendo aquellas palabras.

Estaba cavando su propia tumba. "¿Qué se supone que debo hacer? ¿Mentirle?". No importaba lo que hubiera pasado la noche de la pelea con Yuliya. Ella era la prometida de Aleksey. "Yo no soy nada".

—Gracias, Iva. Ahora lo sé. En fin, este detalle sólo lo sabes tú. Cuando me pude levantar, le confesé la verdad, pero no pude decirle que tuve miedo de que no me... —expresó un poco avergonzado—. En cierta manera, creo que puedo confiar en ti. Que tú puedes entenderme y no juzgarme por mis errores.

—No sé qué clase de persona crees que soy. Yo no soy nadie para juzgarte ni a ti ni a Yuli. Yo misma he cometido demasiados errores que no me voy a poder perdonar.

—Si quieres, puedes desahogarte conmigo —se ofreció con aquella tierna sonrisa que tanto la desarmaba a Ivana—. Tú me escuchaste tan amablemente, que yo no puedo hacer menos.

¿Qué estaba tratando de hacer? ¿Quería ser su amigo? ¿Su confidente? "¿Compartimos secretos y después qué? ¿Me romperás el corazón? Yo no te quiero como amigo. Pero no te lo puedo decir. ¡Maldita sea si lo hago!".

—Creo que ya es tarde para seguir con las confesiones. Va a parecer esto una iglesia —comentó con una cansada sonrisa.

—Tienes razón. Durmamos. Pero recuerda: estoy para lo que necesites.

"No. No lo estarás".

—Te lo agradezco, Alyosha. Hasta mañana —se despidió mientras apoyaba la cabeza en la almohada y subía su manta hasta cubrirse los ojos.

En un momento dado, Ivana se despertó. Aleksey estaba apoyado contra la pared y destapado. Estaba temblando. Ivana lo tocó y estaba demasiado frío. "¡Oh, Alyosha!". Lo agarró de la mano y lo llevó hasta la cama. Allí lo acostó y lo tapó con las mantas. Como pudo buscó un sitio en donde tumbarse y se cobijó entre las mantas y espalda con espalda, durmieron juntos.

Estaba tan nerviosa por dormir con él en la misma cama que tardó en agarrar el sueño. Justo cuando estaba a punto de caer a los brazos de Morfeo, sintió como Aleksey la abrazaba, provocando un instantáneo rubor en ella. "¿Qué... qué está haciendo?", pensó.

—Te amo, Yuli —dijo de repente.

Las lágrimas llenaron los ojos de Ivana. Estaba soñando con ella, como era lógico. No había ningún motivo por la que él tendría que decirle algo como eso a Ivana. No se había ganado ese sentimiento, no había luchado por él, ni hecho nada para que surgiera. "No soy más que una sombra".

No se movió, ni quitó el brazo. Pudiera ser la única vez que compartieran un momento tan íntimo con él. Quería disfrutar cada minuto de su cercanía, de su calor, de su olor. Cuando amaneciera, él se iría y jamás volverían a estar juntos.

—Te amo, Alyosha —dijo sabiendo que él dormía y que no podría escucharla—. Te amo.

La puerta de la habitación se abrió de golpe y de ella brotaron una pequeña dotación de militares vestidos con los uniformes del ejército rojo. Detrás de ellos estaba el posadero mientras le daba a uno de ellos el panfleto del movimiento blanco que estaba guardado en la bolsa de Aleksey.

Lo tiraron de la cama antes que pudiera reaccionar. Ivana también fue levantada y empujada contra una esquina de la habitación, recibiendo el consiguiente golpe en la cabeza y quedando atontada.

—¿Qué está pasando? —preguntó alarmado Aleksey.

—¡Cállate escoria! —exclamó un soldado mientras le daba un culatazo con el rifle en la boca del estómago.

—Parece que hemos encontrado a un espía de los blancos —dijo quien parecía estar al mando de la unidad.

—Te... te equivocas... No soy un... —otro golpe lo interrumpió.

—No espero que me reconozcas nada de momento. Pero ya hablarás cuando estemos en el cuartel. Allí te aseguro que hablarás y nos dirás todo lo que sabes —amenazó mientras daba la orden para que se lo llevaran.

—Por favor... dejadlo... no es...

—Calla estúpida —dijo otro de los soldados mientras la abofeteaba—. ¿Acaso eres otra espía?

—¡No! ¡Ella no lo es! ¡La engañé! ¡Soy yo el espía!

—¿Qué dices, Alyo...?

Otra bofetada la hizo estrellarse la cabeza con el suelo. Mientras perdía el sentido, vio cómo se lo llevaban.

—¿Por... por qué...?

The Red Steam RevolutionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora