Capitulo 3

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Ninguno cedió, estuvimos dos días sin hablarnos y cuando lo hicimos fue solo porque teníamos que hacer un experimento juntos, nos tratamos con tanta indiferencia, ni siquiera como compañeros normales, más bien parecíamos un par de enemigos luchando en un campo de guerra.

Al tercer día, al término de clases él se me acercó para acompañarme a casa, pero no mencionó
nada de nuestra pelea, yo tampoco lo hice. Simplemente nos comportamos como si nada
hubiera pasado, sin embargo, la espina ahí estaba, y a partir de ese día todo se fue degradando a un más…

Tuvimos una semana más de romance, pero no era lo mismo, la tensión se sentía, todos la sintieron, se dieron cuenta que algo no estaba bien, y apuesto que varios le apostaron a un
final.

El viernes paso por mí para irnos juntos a la escuela, al principio del recorrido ninguno dijo nada, solo nos limitamos a escuchar la canción que tanto nos gustaba, una canción que quedaba perfectamente a nuestra relación, una canción que ahora se sentía vacía, incluso su mano
tocando la mía se siente diferente, ya no se erizo mi piel, las mariposas que sentía en mi estómago cuando me besa, no estaban ya.

--Oye -- Diego rompe el silencio -- Te quiero invitar a una fiesta y esperó que está vez si puedas ir, será este fin.

Esto lo dijo calmado y con la mirada para enfrente, se notaba algo nervioso, cómo si le costará decirlo.
No respondí de inmediato. ¿cómo decir que no?, no quería ir, además había prometido ir a visitar a mis abuelos este fin de semana, después de terminar los exámenes, ya tiene bastante tiempo que no los veo.

--Es un no, ¿Verdad?, Tu silencio lo dice todo.

--Lo que pasa que ya tengo planes, quede de ver a mis abuelos y…

--No te justifiques, tú nunca puedes ir, todo es más importante que yo. -- esto lo dice en un tono
más alto.

--Bueno, tú sabes que ese ambiente no me gusta.

--Pero por lo menos has el esfuerzo, demuestra que me quieres. ¿Sabes lo que está diciendo
todo el mundo de nosotros?

--¿Cómo puedes dudar de mi amor?, Y que te quede claro que no me importa lo que digan los
demás.

--¿Qué cómo puedo dudarlo?, Tu actitud es lo que demuestra. Es obvio que no te importa la opinión de nadie, solo ve cómo te vistes, casi pareces una monja.

--¿Qué esperas que haga?, ¿Que dejé todo para ir contigo?, ¿Que les cancele a mis abuelos?, ¿Qué me vista como tus amiguitas, que casi no traen nada encima?

-- No hay necesidad de que grites, si no quieres ir pues no vayas, ya sé que siempre estás ocupada para mí. Y deja de criticar a mis amigos.

-- Ellos si pueden criticarme, te apuesto que lo que me has dicho salió de la boca de ellos. Y respecto a la fiesta, sabes perfectamente que ese ambiente no es el mío, las fiestas para mí son…

--¡Si, si, ya me sé de memoria tu discurso, no tienes que volver a repetirlo! ¡¿Sabes qué?!

--¡¿Qué?! Será mejor que le bajes a tu tonito.

La conversación se nos estaba yendo de las manos, los gritos ya se habían hecho presente.

--Me estás cansando Romina…

--También tú lo estás haciendo, empiezo a no soportar tu actitud, lo encantador ya no lo tienes…

-- Ya vienen otra vez tus reclamos para que cambie quién soy. Cómo odió ésa parte de ti.

Esto me lo dijo viéndonos a los ojos, se distrajo del camino y casi nos choca el autobús que venía frente a nosotros, por suerte silbó y Diego alcanzo a esquivarlo, solo faltaron centímetros para que ocurriera una tragedia.

-- ¡Eres un imbécil! ¡fíjate por dónde vas, casi nos chocan!

Detiene el auto un momento, pero continua con la discusión:

-- ¡Deja ya de gritar y comportarte como una niña malcriada! ¡si iba a chocar es por tu culpa, tú me estás distrayendo con tu damita! ¡contigo siempre se termina en discusión!

-- ¿Y cómo no?, Tú nunca me entiendes, quieres que sea igual a ti. Y yo no soy la malcriada, malcriadas son tus amiguitas; estoy segura que serías feliz si te ayudará a molestar a nuestros
compañeros como lo hacen ellas, sintiéndome más que todos y pasando por encima de quién
sea.

-- Ya deja en paz a mis amigos. Esto ha sido un error, pensé que todo sería bonito, pero no, eres… que importa, olvídalo.

-- ¿Qué?, ¡No te quedes callado, di lo que ibas a decir!

--Ya no importa. Mejor vamos a clases.

Vuelve a encender el carro y continuamos con el camino sin decir nada, llegamos al estacionamiento de la escuela, Diego abre la puerta de su lado sin voltear a verme y sin decir
nada más, pero antes de que baje del auto, de mis labios sale una frase que ha estado en mi cabeza desde que dijo la última palabra.

-- La miel se volvió amarga.

Él me regresa a ver, pone su frente sobré el volante y suspira, parece que está cansado, al igual que yo. Si cree que voy a seguir discutiendo se está equivocando, más bien lo voy a liberar, nos voy a liberar, a los dos...

-- Ya no quiero discutir -- Me dice estando en la misma posición y con una voz cansada. Se
endereza y me regresa a ver -- Tú me gustas y me gustas mucho, pero hay momentos en que eres un poco insoportable y caprichosa.

¿En verdad lo volvió a decir?, pero ya no le voy a discutir nada. Cuando estaba a punto de hablar, él me besa, pero me besa con todas sus ganas, cómo hacía tiempo no lo hacía, y yo le correspondí con la misma intensidad y con todo mi corazón. Cuando nos separamos, pone su
frente en la mí, con los ojos aún cerrados me dice:

--Te Amo.

Se separa por completo, yo agachó la cabeza para que no vea mis lágrimas. Coloca su mano en mi barbilla y levanta mi rostro, cuando ve que estoy llorando, limpia con delicadeza mis mejillas y me abraza.

--Perdón --Me dice suave al oído.

--Perdóname también.

--Los dos nos hemos equivocado, creo que tenemos que cambiar los ambos.

--No lo vamos a hacer, no podemos cambiar lo que somos, estoy segura que en unas horas seremos los mismos… la influencia de nuestros amigos pesa más que nuestra voluntad. Seamos sinceros, tú no puedes ser Diego, si dejas de hacer lo que haces, al igual que yo.

--Pero tiene que haber una solución, ¿no?

-- Si.

--¿Qué se te ocurre?

Lo tomo del cuello y lo atraigo hacia mí para besarlo, por última vez; él me corresponde, y
entonces lo suelto. Lo veo a los ojos, contengo mis lágrimas, tomo fuerzas de no sé dónde y le digo:

--La solución que veo es terminar. -- Salgo del auto corriendo y me interno en el baño, me perderé las primeras horas. por primera vez me siento deshecha, cómo si hubiera perdido todo
mi mundo, en realidad, acabo de perder mi corazón.

Historias inconclusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora