CAPÍTULO 8. PLANES Y UNOS CUANTOS BESOS.

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Con el fervor de un nuevo compromiso a la vuelta de la esquina, las sociedad más importante de Whitebridge (lugar donde residía la familia Traipipattanapong) estaban a la orden del día buscando cualquier insignificante detalle para cotillear sobre la honorable familia del vizconde, quienes estaban en cuenta regresiva para que el maravilloso evento se realizara con excelencia digna de una familia de vizcondes y marqueses, todos hablaban del reciente evento y presumían sus invitaciones para asistir a la celebración, según rumores había capacidad para quinientos invitados, pero conociendo a la querida marquesa Jongcheveevat, esos invitados podrían reducirse a trescientos, pues sus fiestas siempre eran muy íntimas y solo para gente con verdadera clase y un buen título.

De entre los muchos invitados se encontraba en mismísimo virrey, quién ofreció una licencia especial para que la boda se celebrará sin necesidad de correr las amonestaciones, así los novios no tendrían que esperar más de la cuenta, pues era bien sabido que por fechas decembrinas muchos jóvenes deseaban unir sus vidas, pero por la cantidad de personas en su mayoría terminaban atrasando sus planes de boda hasta tres meses después, y eso era inaceptable para ambas familias.

Alonso Jongcheveevat miraba todo con una cara molesta, y que decir de su esposa, pensar en que cuando ese doncel quedará en cinta la rebajaría a ella la tenía muy irritada, durante mucho tiempo sus suegros la culparon a ella por no poder tener hijos varones, era horrible y muy traumático recordar cómo pasaba horas llorando por su falta, hasta que llegaron las bastardas de su marido y se dió cuenta de que ella nunca fue el problema, así que cobro una a una las lágrimas que derramó por su esposo, todos los días le recordaba lo inútil que era y que nunca podría conseguir un hijo varón, aunque sentirse rebajada por un simple doncel era ofensivo, pensar en el sufrimiento de su esposo y suegros si Mew peleaba por el título era muy satisfactorio, su marido quedaría en la ruina, y podría pedir caridad para ella y sus hijas, una vez casándose con ilustres caballeros, podría vivir con alguna de ellas, hacerse amiga de su nuevo cuñado no estaría mal después de todo.

Cómo era costumbre, antes de una boda se celebraba una reunión matutina donde asistían la mayoría de los invitados a la boda con la intención de confirmar su asistencia y sus felicitaciones a los novios, y Jennyfer ideó la reunión en un maravilloso día de campo.

Gulf no invitó a muchas personas, solamente a unos amigos y a su querido Gun, quién iba encantado a su lado en todo momento, ejerciendo el papel de padre que ni Jennyfer ni Lord Traipipattanapong se atrevían a ejercer, pero Gulf no los necesitaba, al menos eso quería aparentar.

Jonathan luego de la noche del baile, había prácticamente desaparecido para su familia, el día siguiente tomó un coche y se marchó de viaje nuevamente, se despidió de todos excepto de Gulf, quién había llorado mucho en brazos de Gun pensando seriamente si de verdad tomó la decisión correcta al aceptar casarse con Mew, pero no cambiaría de opinión, le demostraría a su padre que era independiente y que no lo necesitaba para nada.

Mew en cambio iba acompañado de toda su familia, excusando a Lord Jongcheveevat que sólo asistirá a la boda.

- Mew querido, ya conoces a Lord Hadley y su sobrina la señorita Phipps - presentó Lady Elizabeth a su hijo que saludo cordialmente mirando confundido a su madre - Es una jovencita muy bien educada, toca el piano forte y sabe cuatro idiomas -

- Un gusto, gracias por venir, si me permiten necesito hablar con mi madre un momento, sigan disfrutando de la mañana - dijo y tomó a su madre del brazo.

Elizabeth rodó los ojos y siguió a su hijo con una sonrisa fingida, era casi imposible cumplir su tarea por el carácter de su hijo, aunque teniendo en cuenta que pasó mucho tiempo de su vida conviviendo con su abuelo, no le sorprendía nada su actitud.

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