Entre Clichés | KiriBaku, AU.

30

Al comienzo es un beso seco, labios cerrados y apretados. Kirishima siente su corazón dar martillazos contra su pecho, como si intentara hacer un hoyo y salir corriendo, pero los labios del rubio contra los suyos lo distraen de ese pensamiento. Se concentra y piensa en las películas, y en ese libro romántico que la profesora de literatura les hizo leer el mes pasado. No tiene mucha experiencia, pero pasa su mano suavemente por la espalda del otro hasta que llega a la nuca, aprieta un poco y enreda su mano en esos cabellos desordenados.

Respira profundo...

Dioses, huele realmente bien.

Abre sus labios un poco, al comienzo es incómodo, pero pronto logran encontrar la posición y el ritmo correcto. Sus bocas encajan, se mueven... y se siente tan bien que podría estar soñando.

Pero no. Esto no es otro sueño.

Esto es real.

El cuerpo de Bakugou es cálido y la boca le sabe a pasta de dientes.

Esto último le hace querer sonreír, pero lo reprime y solo se concentra en intentar hacerlo bien porque, siendo sincero, no sabe qué está haciendo. Bakugou tampoco parece saberlo, pero se ve seguro, se siente confiado. No vacila. Es suave, pero exigente... controlador. Sí. Es lo que es.

No quiere que nunca acabe.

Por su parte, Bakugou tenía la cabeza convertida en un lío, pero todos sus complejos e inseguridades parecieron abandonarlo en cuanto sus labios tocaron los del otro. Y ahora solo piensa en lo bien que se siente, sin importarle en lo torpe que está haciendo, y lo raro que se sintió abrir los labios. Se pregunta si debería hacer algo más, pero al mismo tiempo no quiere que algo cambie.

Una mano de Kirishima está acomodada en su nuca, aferrándose a un montón de cabellos rubios. Lo aprieta, acercándolo más. Bakugou no entiende por qué lo hizo en primer lugar, pero no se queja. Siente una confianza ciega en ese acto.

Ellos se separan, a pesar de sus deseos de que aquel contacto —torpe y tan mundano— nunca terminara.

Ahora, una mano de Kirishima se acomoda en su mejilla. Bakugou sabe que tiene el rostro ardiendo, pero no le importa. Solo lo mira.

—Eres muy bonito, Bakugou...

Joder.

Esto es un maldito golpe bajo del cual el rubio no puede recuperarse, pues su compañero lo mira con una pequeña sonrisa en el rostro y los ojos brillantes, las pupilas dilatadas, como estuviese viendo algo realmente hermoso.

—Eres un... imbécil, Kirishima —responde, mirándole los labios—. Te odio.

En vez de responder, el pelirrojo vuelve a tomarlo por la nuca para besarlo. Sus labios a penas se están rozando, pero entonces...

—¡Kirishima! —se escucha desde lejos—. ¡Abre la puerta!

El cuerpo de Bakugou se tensa y el pelirrojo da un sobresalto, este parece reconocer la voz.

—Creo que me están buscando...

El rubio quiere golpear a quien sea esa persona, no solo porque los interrumpió, sino también porque es jodidamente ruidoso. Es decir, está llamando a la puerta vecina e incluso ellos logran escucharlo con claridad. Sin embargo, lo único que hace es gruñir y comenzar a levantarse. Cuando mira a Kirishima, este tiene una mirada de desilusión, pero se levanta de igual manera.

¿Qué demonios se supone que digan después de esto?

—Bakugou... —el pelirrojo comienza, un poco nervioso. Parece querer decirle algo realmente importante, pero entonces frunce los labios y suspira suave—. Uh, ¿hablamos mañana?

El rubio asiente, apretando la mandíbula.

—¡Kirishimaaaaaa! —nuevamente, esa voz odiosa lo está llamando.

—Será mejor que salga. —Sonríe, forzándose—. Nos vemos, entonces...

Bakugou, nuevamente, asiente. No sabe qué mierda debería decir, así que solo calla y lo deja marcharse. Su estomago se aprieta cuando lo ve girar la manilla y salir.

Ve las historietas en el suelo y suspira.

—Es un idiota... —susurra, para sí mismo.