👸🏻 Doncella - Capítulo IV

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Los dos amantes dejan por un momento sus reproches y se deleitan al volverse tocar. Están en el cementerio del bosque, cerca de un río.

Sutura, alma en hilo que cuelga de sus dedos, roce de esqueleto contra piel de porcelana. La dama pasea del brazo de su muerto.

En la sombra de un sauce llorón, los dos afilan contra el, su incandescente pasión.

¡Ahí están! ¡Ahí están! La joven de violetas, un caballero oscuro, un beso de tinieblas, un beso con sentencia.

Ni Perséfone ni Hades se comparan con ese ardiente amor. Son flama, la rosa y el halcón.

Flechazo en sus ojos de topacio, despojo de prendas en el valle, entrega total de un amante tardío, los pies de la doncella sumergidos en el río.

Fruto prohibido sobre mantas de nilo, miel esparcida con el rocío, extracto de vainilla humectando los labios compartidos. Sabor y dolor de estar haciendo algo prohibido.

Mortal, inmortal, bañándose con las algas de sal, perfume en éxtasis que despoja la virtud, espada clavada en las espinas del rosal.

Botón de flor, abriéndose al rey sol, bebiendo luz, absorbiendo calidez, desnudando y anudando, listón de seda antes era, ahora son filo fatal.

Doncella: -Dame todo, que no tengo nada, soy la nada.

Ángel: -Entrego todo, no me quedo conmigo, soy tuyo dulce amor mío.

Doncella: -Antes era, hoy somos ¿Qué somos?

Ángel: -Todo lo físico, todo lo terrenal.

Doncella: -¿Irás al cielo a reclamar?

Ángel: -¿Y renunciar al paraíso? volvería de dónde he resurgido. Eres luna, yo soy sol. Dos estrellas del pasado, dos asteroides haciendo colisión.

Desnudándose en cuerpo y alma, el alba irrumpe por sus pieles sonrojadas.

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