🧛🏻‍♂️ Vermut

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Nota de la autora:

Este relato estuvo en mis borradores por mucho tiempo, hoy después de corregirlo vengo a compartirlo con ustedes. Espero que disfruten de su lectura.

Animus meminimisse horret.
Mi alma se horroriza al recordarlo.

Eneas, Troya - Virgilio

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Me estaban buscando. Eso lo sabía porque a lo lejos el infierno de llamas se lograban distinguir. Los pulmones me estaban ahogando, ya no podía respirar, así que me detuve, escondiéndome detrás de un barril lleno de agua. Mi corazón latía deprisa. Mi ropa estaba mojada, mi cara y cuerpo sudaban por la huida. Me había caído en un charco de lodo cuando vi lo que sucedió.

Aún en mi mente la escena me resultaba horrenda y me hacía temblar de miedo.

Mire hacia atrás, procurando que nadie me viera. El barril no me cubría del todo y me tuve que agachar para no ser visto. La calle estaba oscura, la lluvia caía intensamente impidiendo la visibilidad. Los mechones de mi cabello se pegaban en mi frente y me tapaban la vista, me los quité con mis manos muertas de frío. Mi cuerpo estaba empezando a temblar por el frío, por la huida y por el miedo de ser encontrado.

Entre la lluvia, las antorchas aparecieron como estrellas del cielo. Inapagables y brillantes, eran de un fuego que la lluvia no podía apagar.

Venían a un paso constante, sus rostros estaban cubiertos por capas negras y no venían a caballo como esperaba que harían. El que estaba al centro portaba una capucha roja en sus manos y cargaba una cruz grande y delgada. No tenían prisa ninguno de ellos, sabían dónde encontrarme y sabían lo que me esperaba. Pero yo no quería morir y menos sufrir aquel dolor que se sentía antes de tu muerte. No quería retorcerme y tratar de arrancar mi piel. Como lo había visto en aquella joven. El recuerdo volvió a mí.

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Estaba en una calle oscura y me sentía asqueado por lo que había visto. Aquella noche como todas las otras mi padre y yo habíamos salido a "la cacería" como le llamaba él.

Otros pueblerinos y feligreses se unieron con nosotros para atrapar a los clanes de brujas que practicaban su magia a la luz de la luna. Yo nunca había visto nada sobrenatural en aquellas ocasiones que atrapaban a esas mujeres. Solo veía su captura, rendición después su corto juicio y su inevitable sentencia. Esa noche atraparon a una anciana.

Habían corrido rumores y acusaciones de que ella le había hecho un embrujo a un niño, el cual estaba muy enfermo desde hace meses y al visitarlo murió. La habían interrogado y ella lo había negado todo, no había pruebas y aún así decidieron colgarla de un árbol. Me aleje, me escondí cuando empezaron a rezar, cuando empezaron a anudar la cuerda.

Recuerdo caminar varias calles y recargarme contra una pared, recé para que a mi padre se le ablandara el corazón y que la anciana viviera pero conocía a mi padre y no la iba a dejar vivir. Un grito fue lo que me obligó a voltear y observar como una misteriosa figura envuelta en un manto rojo cubría un cuerpo tendido en el suelo. La capa que portaba esta figura se había movido con el viento que revoloteo, revelando la cara pálida de dolor y horror de una chica. Su mirada se había clavado en las sombras donde me encontraba. Por un segundo pensé que ya estaba muerta, pero no.

Parpadeó un par de veces y su cuerpo se empezó a mover inquieto. Se llevó las manos a la cara, empezó a rasguñarse y en poco tiempo su rostro en un rictus de dolor se desangró. La capa roja volvió a cubrir la cara de su víctima y un grito endemoniado rompió el silencio que se había formado. La tormenta comenzó a caer.

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