Sus pensamientos viajaron aquella noche después de entregarle el frasco de tintura verde a la señorita Lady Anne Lise. Viajaron a su pasado para poder atisbar por un momento su futuro.
Ella no le había respondido y eso le frustraba demasiado.
Y aunque sus preguntas no habían sido contestadas, estaba tratando de no admitir lo que en su interior comenzaba a surgir cómo la única verdad absoluta que compartía con aquella misteriosa mujer. Intentó huir pero el sentimiento lo amenazaba con invadir su pensamiento por completo.
-Que difícil es esto, si tan solo ella no hubiera ido al local aquella noche. Sí tan solo no fuera tan misteriosa en su actuar...
Cómo fue de esperarse ella le agradeció con un par de monedas y lo despidió con una mano al aire. En cuanto el frasco con la tintura verde tocó las manos de Lady Anne Lise, ella se fue a su mundo egoísta. Poco le importó bajar a atender su fiesta de té, ni siquiera se cambió el vestido manchado de pastel.
La observó tiempo después desde las sombras en un rincón de un pasillo abandonado. Rechazando las palabras de sus sirvientes para que no cancelara la fiesta, ella los ignoró con un portazo, entrando presurosa a la gran habitación donde tenía un montón de cosas.
Elliot se dio cuenta de que atraer la fijación y amor de Lady Anne Lise era quedarse encerrado en esa habitación. El amor de ella, supuso, era demasiado material y asfixiante.
Salió de la casa sin hacer ruido, se juró no volver nunca más a ver aquella mujer. Y aquel sentimiento que albergaba por ella lo amordazó con ímpetu. Aún le faltaba mucho por vivir como para martirizar su corazón con un amor inmaduro y no correspondido.
Los acontecimientos de aquella noche apenas comenzaban...
Aquella noche el cargamento llegó a las costas de Riu Baix. Los costales se derramaron al tocar tierra firme con el contenido que habían usurpado los hombres de Olivander.
Las joyas brillaban contra la luz de la luna llena. Las habían extraído de un pequeño palacio de una princesa del medio oriente. El hurto se concretó con varias bajas en la tripulación, algunos hombres no volverían jamás a encontrarse con sus familias.
De aquel cargamento no sabía nada o al menos su jefe jamás se lo mencionó pero era Olivander, a él siempre se le olvidaban las cosas con frecuencia. Así que eso no impidió que regañara a Elliot al llegar tarde al local.
-Al fin llega el caballerito -lanzó un dardo por encima de la cabeza de Elliot al entrar- No empieces a darme excusas, dame soluciones.
-¿P... Pero de qué hablas? -A Elliot casi se le salía el corazón de tan repentino asalto y enfado de su jefe.
-Joder, Ellidiota -escupió en el suelo de madera- ve al muelle, los demás están bajando el cargamento. Toma -le arrojó el libro de anotaciones a los pies. -registra todo y les ayudas a ordenar los cofres. Después vas con las familias de los cinco hombres que hemos perdido. También están anotados. ¡Pero muévete, pedazo de inútil!
Elliot fue el encargado de comunicar el mensaje con las malas noticias aquella madrugada después de acomodar todo lo extraído. Las familias se derrumbaron en el umbral de sus casas y otras lo aceptaron con resignación en silencio.
La vida era así para los hombres de alta mar, un día zarpaban con la aventura de conquistar tierras y olas y al siguiente instante el mar los reclamaba como los hijos de sal y coral.
"Pero hay honor y valentía en querer cruzar los mares en busca de lo desconocido."
Esas palabras siempre acompañaban a Olivander y las repetía en cada discurso que decía al dejar el pésame a las familias de los muertos al día siguiente en los sepelios.
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Relatos, Cuentos Y Fábulas
ContoRelatos, cuentos y fábulas. Contenido auto conclusivo. Relatos, cuentos y fábulas. 2020. © Queda prohibida la reproducción total o parcial de este material por cualquier medio sin el previo y expreso consentimiento por escrito del autor.