👁️ La vidente

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Nota de la autora:

¿Pueden creer que esto comenzó como un fanfic de crepúsculo? Ni yo me lo creería. Más sorprendente es que esté relato era la continuación de mi otro relato: Vermut. Aún tengo guardada una tercera parte pero no sé que hacer con eso.

* Dato de la frase en latín: Súplica que se hacía a los dioses antes de emprender alguna acción importante, cuando, después de consultar al oráculo, predecía éste alguna contrariedad.

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Su rostro estaba en mi mente.
Ya lo había soñado, pero ahora era distinto. Una locura. Yo no quería seguir viéndolo.
No.
Me aterraba lo que mi mente hacía.
Nadie me creía.
Nunca me creían.
Estaba loca por pensarlo.

Las llamas lo envolvieron y lo transformaron en una antorcha.

¿Por qué a él?
¿Era algo maligno?
¿Tendría que presenciar su muerte?
¿Sería mi muerte la próxima?

¡Quod di omen avertant!*
Los dioses nos eviten este presagio.

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El viento estaba en calma. No había ninguna nube amenazando con alejar el sol de mi rostro. Había paz y tranquilidad. Amaba esta sensación de poder cerrar los ojos y encontrarme recostada sobre la hierba fresca sin preocuparme de nada. Respire hondo y cerré mis ojos.

Dentro de mis párpados el sol me hacía ver rojo. Aquel tipo de rojo como el color de las rosas que le gustaban a Cynthia; por un instante me permití imaginar sobre trazos de telas de ese color, imaginé los distintos diseños de vestidos. Me encantaba diseñar los vestidos a mi pequeña hermana.

Un rayo rojo, una flama traspasó mis párpados, pestañeo un poco ¿Qué había sido eso?

Me gire y mire a mi hermana que estaba a mi lado recostada.

-¿Viste eso Cynthia? -ella parpadeó y su rostro pequeño me miró, frunció un poco la frente.

-Lo siento, estaba dormida -dijo con su voz que era de un tono suave e infantil. -¿Qué fue lo que viste Jane? Se sentó mirándome con ternura.

-Creo que era un pájaro, pero no estoy segura... tenía los ojos cerrados -dije tomando su mano pequeña.

-¿Te sucede algo Jane? -preguntó tocando mi rostro caliente. Yo baje la mirada y por un momento estuve a punto de contarle todo lo que desde hace días me pasaba. Me lo callé.

-¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? le voy avisar a mamá que te estás enfermando.

-¡NO! -grité exaltada- Cynthia estoy bien, no preocupes a mamá ahora mismo.

Por eso no le podía decir lo que me sucedía porque se iba a asustar e iba a asustar a mamá y a papá. Y yo no quería eso, no quería preocuparlos. Le acaricie la mejilla, le sonreí y cambie de tema para ya no preocuparla.

-¿No estabas jugando con tu perrito?

Ella me miró y frunció su ya característico fruncido de dama dramática.

-¡No es un perro, es mi lobo!

-Sabes que papá no te deja tenerlo adentro de la habitación ¿Cierto?

Le sonreí, ella parpadeó sorprendida de que descubriera su secreto.

-Eso no es cierto... -me reclamó enojada pero dudosa.

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