👸🏻 Doncella - Capítulo IX

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Aquella búsqueda y rescate de la doncella, derivó en la terrible tragedia.

Mandaron a torturar al dragón en su celda y la reina cayó en una profunda tristeza.
El rey enloqueció, lo llevaron a juicio, perdiendo el trono y el nombre.
De su mano inexperta su hija había sido atravesada, durmiendo por siempre, desangrada.

El dragón después de unos años cumpliendo su condena en la tierra. Los Grandes le concedieron volver a su forma original una noche de luciérnagas.

Cuando descubrieron los guardias que el dragón había desaparecido. La reina mandó a buscarlo, ya que su esposo no estaba en condiciones de dictar mandatos.
Nunca lo encontraría.

Él ángel traslúcido pudo escapar de las cadenas que lo ataban. Corrió por los pasillos, con el corazón desesperado. Bajó a las criptas de su único amor, sintió que respiró. Frente a sus ojos él la vía como un viejo recuerdo y no como un cadáver seco.

Desde hace mucho tiempo en aquella habitación existe la más frágil flor, su nombre es una tortura, una maldición.

Hace tiempo en aquella habitación blanca, rodeada de sombras que amenazan con quitármela.

Sumergida entre suaves plumas y delicadas sedas, duerme la doncella más hermosa que han visto mis ojos en la tierra.

Su nombre me duele, me inspira.
¡Oh! Pequeña de suaves cabellos castaños, que son tan lacios y largos, que enmarcan esa exquisita cara en forma de corazón.

¡Ay, mi corazón! mi corazón quisiera volver a latir, volver a sentir al verte tan frágil, tan viva.

¿Cómo me pude hundir y elevar en tu mirada?
Has perfumado con tu presencia todo a tu lado, hasta mi ropa huele a tu esencia, que al respirar un hambre voraz me hace flaquear, me quema.

¿Hay acaso algo más tentador?
¿Por qué eres tan aromática, mi flor?
¿Qué no sabes que ahora soy un depredador, un ser de oscuridad y no de luz?

Como si me entendieras, justo en el momento que decido apartar la mirada, me tocas. Detengo mi respiración y tu me retienes pronunciado mi nombre innombrable.

Me tiembla el pecho, esta parte que ya no late, no quiero voltear y ver tu flamante cuerpo. No quiero despertarme del sueño, no quiero alejarme de felices recuerdos.
Pero como una ancla, tu pequeña mano me sostiene y pronuncias las palabras que me atan a tu corazón:

Doncella: -¡No te alejes, no te vayas! Toma de mi lo que desees, mi alma ¡Oh mi eterna alma te pertenece!

Ángel: -¡Soy tu esclavo mi dulce niña! Condéname a mil años junto a ti y sentiré que no es más que un suspiro en mi tiempo.

Pero no lo haces y me sueltas, me siento como un ave que se deja libre después de cortar sus alas.

Siento que vuelvo a morir y la oscuridad me reclama a ya no querer existir. Está claro que nuestro destino no es encontrarnos aquí.

El último beso, me permito solo una vez más volver a verla durmiendo ahí. Ya es muy tarde, debo de partir.

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