🏴‍☠️ RIU BAIX • Capítulo 1 •

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Existió alguna vez el callejón de la perdición, como muchos caballeros y damas de la alta sociedad le llamaban con desprecio por muchos años a los barrios bajos de la ciudad de Riu Baix.

En aquel lugar se hallaban burdeles disfrazados de mesones, tabernas de mala muerte, donde los vendedores de armas y opio se escondían entre las sombras. Gitanas y hechiceras a fuera de los locales con sus puestos improvisados con sus carteles de "Te leo la mano", "Elixir para atrae el amor", "se compran gatos negros", así como sus pócimas de sustancias viscosas exhibidas a la vista de todos los que se aventuran a pasar dicho lugar.

Los habitantes eran la escoria, la basura, el repudio de la sociedad. Si venías de aquel lugar era muy probable que te miraran por arriba del hombro o ni siquiera eso. Algunas veces alguna pobre alma ingenua y con algún ego que alimentar pretendía ayudar al prójimo y terminaba estafado, robado y desenmascarado por los dueños de los locales.

Un local en específico llamado 'el traficante', estaba situado entre un burdel y un edificio abandonado donde los borrachos, mendigos y algunos hombres al borde de la locura pasaban la noche. Unos para no regresar a sus casas con aliento de alcohol, otros por no tener un techo donde dormir y otros por coincidencias crueles de la vida.

El joven mensajero que trabaja ahí había partido temprano aquella mañana nublada y fría. Los encargos eran muchos y llegar hasta su destino era una carrera contra reloj. No debía de demorar mucho para así continuar con los demás recados que tenía que hacer en el día.

En el trayecto a su memoria llegó el acontecimiento de hace varias semanas atrás. Recordó con repentino interés que usaba una inusual máscara de carnaval aquella noche cuando visitó por primera vez 'el traficante'.

Era alta o al menos esa había sido la impresión que le dio desde el rincón oscuro donde la observaba. Su dulce voz y su distinguida vestimenta que pretendía ser discreta, consistía en una capa verde botella repleta de bordados de hilo de oro.

Todo eso le completó el recuerdo y eso era digno de recordar porque era tan inusual que una dama como ella quisiera algo con tanta necesidad y urgencia de aquel horrendo lugar.

Presuroso el mensajero apretó el paso por la bifurcación de la calle empedrada que llevaba a la casona de la joven Lady Anne Lise, nombre que hasta esa mañana conoció.

Aquella mujer había encargado al traficante algo muy delicado, costoso y especial. Su jefe le había especificado que tuviera total cuidado al entregarlo. Que su vida terminaría al instante si algo le pasaba.

Su encargo, el pequeño y extraño pez venenoso. Tenía un alto costo de exportación y su hábitat era un peligro para los que se aventuran a andar detrás de un pez casi extinto. Pero eran los deseos caprichosos de Lady Anne Lise, le había dicho su jefe. Un pirata, comerciante y saqueador de reliquias de lujosas casas, castillos e incluso templos religiosos.

Aquella noche fue tanto el misterio que emanaba la joven que el dueño del local mandó de inmediato traerlo con algunos bandoleros de su tripulación. Estos zarparon en plena madrugada sin pedir más explicaciones. La paga era una desfachatez, era ridícula la cantidad de dinero que estaba dispuesta a pagar la joven por un diminuto e insignificante pez.

De eso, hacían dos semanas y el encargo había sido concretado entre los mares del oriente y las costas europeas. La paga se hizo y el pez fue transportado como si se tratara de las últimas joyas de la corona.

El mensajero tenía experiencia andando por las calles angostas y sabía cómo evitar a los guardias reales y los demás soldados que vigilaban la tranquilidad de las personas que dormían en cojines de seda y plumas de ganso. Para ello llevaba sus mejores ropas, a simple vista pasaría por un mozo de algún caballero adinerado y retirado. Pero si se le veía de cerca la fachada quedaba al descubierto.

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