5. Tornas cambiadas.

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Siempre las primeras veces son desastrosas. Nadie puede decir lo contrario. Y de esos episodios que sabes a ciencia cierta que llegarán, pero que aún no los atisbas. De esos... las primeras veces duelen por triplicado.

Sé o, al menos, puedo llegar a imaginar cómo puede sonar a ojos de cualquiera lo que yo cuento. Desde mí, sin lugar a dudas, pero desde lo más profundo del alma. Muchos son de los que no lo intentan lo suficiente. Tiran el cartón del tomate sin apretar demasiado. E incluso algunos se vanaglorian de ello. Yo no soy ni cercano a ese pensamiento. Ya habréis podido identificarlo por las letras anteriores.

—Tiago, ahora no—pidió Anya.

Una noche cualquiera. De esas en las que yo comenzaba a intuir un imperio. El mío propio. El nuestro. Hace tres años de ese momento. Ya había logrado metas que nunca se habían antojado alcanzables porque, simple y llanamente, no había sopesado en ellas. Pero estaba en racha. No entendía muy bien las razones, pero la saca iba llenándose.

—Cariño, hoy es día de celebraciones—insistí.

—Para ti, mi vida. Yo vengo de echar doce horas. Las mismas que echaré mañana.

—Pues con más motivo, celebremos que pronto dejarás de hacerlo.

—Ya. Pues no veo ese día ni de lejos.

—Vamos, aunque sea por mí, prometo terminar pronto —le rogué, con varios besos en el cuello.

—Cariño, sabes que así no me gusta. Me gusta que queramos los dos.

—Joder, Anya. Ya lo sé—me levanté de la cama en un gesto seco—. Pero podrías pensar un poco en mí, no sé.

—¿A mi costa?

—No extrapoles.

—Tiago, hoy no tengo el día, ¿vale? No es más. Dame tregua. Solo hoy.

—Parece que no te importa—susurré.

—¿Qué es lo que no me importa?

—Nada, déjalo.

Me dirigía al baño, pero su insistencia me contuvo.

—No, por favor. Dime. Qué es lo que no importa.

—Acabo de ascender. Me han dicho los jefes que esto es solo el principio. ¿Y cómo te lo tomas tú? Evitándome.

—No te evito, pero tengo que terminar...

—¿En serio no puede esperar? ¿No puede esperar eso para celebrar que tú y yo vamos a tener el futuro que siempre hemos querido? Joder, somos dos don nadie que están llegando bastante lejos. Si esto sigue, podrás dejar ese trabajo y cualquier otro que no quieras. Solo te preocuparás de dedicarte a lo que siempre hayas ansiado, pero sin quebraderos de cabeza económicos. No sé, creo que es una muy buena noticia.

—Amor, yo no quiero ser una mantenida. Sé que lo has dicho con unas palabras muy bonitas, pero no es lo que pretendo. No quiero convertirme en esa persona. No me gustaría que esto nos desviara de nosotros.

—Así que ese es el motivo. Por eso te molesta.

—Oh, vamos, Tiago, no tergiverses. Lo único que me importa es estar contigo. Siempre. Me asusta que sea de cualquier manera. Que dejemos de ser cuerdos por todo este rollo del dinero.

—Mi vida, eso no va a pasar. Además, yo no dejaré que te conviertas en nada que no quieras ser. Por eso sé que yo también estoy seguro contigo.

Esa noche nos abrazamos después de aquellos miedos expulsados al aire. Nos besamos. Y una cosa llevó a la otra. Creo que fue la última vez que sentí que, paradójicamente, ella sentía también.

Le había prometido que no nos convertiríamos en ese tipo de persona que se aleja estando físicamente al lado. Que no lo permitiría, le prometí.

Como habréis dilucidado a estas alturas, fallé.


'Todo lo que me(n)digas'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora