18. El final de casi todo

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Este timbre me costó más pulsarlo. Me había reservado todo el día libre para enfrentarme a esta 'última batalla', como la definiría Anya. Tardé unos segundos de más en apartar el dedo, alargando el sonido ensordecedor.

Julia abrió la puerta. Me encantó volverme a encontrar con ella. Mi cabeza solo podía reiterar una y otra vez 'ojalá haberme topado con ella en otro momento. Ojalá. Ojalá'. Pero el instante era ese.

—Hey.

Saludé, ciertamente asustado por las posibles represalias.

—Tiago.

Ella no parecía contenta de que yo me hubiera pasado por allí aunque, de alguna forma, sabía que me esperaba. Así, sin más, me permitió entrar en su casa. Caminé tras ella hasta llegar al salón.

—Tú dirás— me expuso.

—Lo primero es disculparme.

—Ya.

—Y lo segundo es explicarme.

—Justificarte.

Su sentimiento de resquemor la invalidaba para poder abrirse a un entendimiento de mi persona. Lo cual, por otra parte, era lo más lógico.

—Sé que siempre has estado ahí. Que has sido fundamental para yo dar el paso más importante de mi vida, el que me impedía acercarme ni siquiera a la felicidad. Ha sido, en gran parte, gracias a ti. Y he sido tan capullo que ni siquiera he sido capaz de hablarte. Lo sé y, por supuesto, lo siento. Era lo mínimo.

—Vas por buen camino.

—Pero tarde. Lo de siempre, ¿no?

—¿Y lo segundo?—preguntó, para evitar ahondar.

—Esto me cuesta muchísimo. No decirlo, sino que sea así. Después de todo este proceso, me he dado cuenta en el punto en el que estoy. En el que, digamos, sigo. No sé el motivo. Porque es súper tóxico. Pero estoy enganchado a ella. Eso significa, que corra en la dirección que corra, no puedo ir muy lejos de eso. Llegados a este punto, no puedo seguir haciendo mi vida con la sensación de que pude solucionarlo con la persona que más he querido y seguiré queriendo. Es una sinrazón que haya tenido que suceder todo esto, para darme cuenta. Por eso me separé de ti. Bueno, por eso huí, quiero decir. Porque te juro que no sé cómo gestionar esto. Porque está cerrado. Porque no me lleva a ninguna parte. Pero no es legítimo para ti. Y si quedaba contigo para hacértelo saber sé a ciencia cierta que me lo replantearía todo.

—Y era mejor que te odiara. Eso es bastante más fácil que enfrentarse a las cosas. Te diría, de verdad, como consejo de vida urgente, que cambies tu forma de mirar a los ojos a los problemas. Pero parece que te estás dando cuenta de que existen alternativas a la toxicidad.

—Eres maravillosa, tía.

—Tú también lo vas a ser. Cuando te lo permitas.

—Me encantaría ser tu amigo. Cuando pienses en lo imbécil que he sido. Y lo decidas, con todas las de la ley. Yo voy a estar aquí para cuando quieras. Porque me encantaría que siguieras en mi vida.

—Bueno, a ver— dijo, remolona.

Su comportamiento comenzó a parecerme sospechoso. Había algo que se me estaba escapando.

—La cosa también sería que a ti tampoco te pareciera mal...

En ese instante, Loren apareció del pasillo, cabizbajo, con la expresión corporal ciertamente encogida.

—Vamos, no me jodas.

Lo cierto es que no me molestó. No lo hizo, en serio. Pero sí que aborrecí el simple hecho de no formar parte de este vínculo. De que se hiciera a mis espaldas.

—Tenía que habértelo dicho antes. Todo esto empezó porque me confirmaste a muerte que no ibas a tener nada con ella, de verdad.

—Loren, Loren, de verdad. Tranquilo. No sería justo para ninguno de vosotros que me enfadara por algo que acabo de hacer yo. Por lo menos, dejar un tiempo para que se os haya olvidado un poco. Sería todavía más egoísta aún si me sentara mal que vosotros no hiciérais vuestra vida, ¿no? A ver, tampoco era la ilusión de mi vida, entendedme...—Por un segundo, reparé en otra pequeña circunstancia que se me había pasado por alto— Pero hay una cosa que no me termina de cuadrar...

—No quería decirte nada con todo esto de tu divorcio. Me estoy separando yo también.

—Tío, eso sí que tenías que habérmelo mencionado, ¿no crees?

—Quería comentártelo todo a la vez y como una de las dos cosas no sabía cómo decírtela, pues...

—Pues vaya.

—¿Amigos?—preguntó Julia, con una sonrisa plena.

—Es que la tía tiene unos puntazos en los momentos más oportunos. ¿Es o no es?— formuló Loren, mientras se lanzaba a besarla.

—Eh, eh, eh— les separé— Este mangoneo así gratuito tampoco. Si os digo la verdad, ahora que lo pienso, sois unos cracks. Y es un sueño erótico teneros de amigos. Siempre es mejor que os traguéis en conjunto toda la mierda que llevo dentro. Porque os queda de terapia...

Ese día nos fuimos a cenar. Por supuesto, invité yo. Después estos dos tuvieron un crío. Me hicieron el tito más feliz del mundo. Y, en cuanto a mí, me llevó un tiempo hacerme cargo de mi situación personal. De abrirme, por una parte. Y de que me vieran otros así, por otra. Con el paso de los meses, volví a quedar con Anya. Éramos dos personas heridas que seguían viendo la cura en el otro. Por eso decidimos no volver a retomar una relación. En esa época, al menos. No se nos irían las ganas de reiterar el intento. Más adelante.

Pese a todo, me alegra haberme dado cuenta de que la vida también es esto que me ha pasado. La vida es eso que rompe, que dirían algunos restauradores. Para su beneficio, claro. Perdonad el chiste malo, pero sabéis que me merezco todo el amor del mundo.

Como tú.

'Todo lo que me(n)digas'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora