Una noche tenebrosa. Llovía por doquier. La gente huía con celeridad del agua que caía de las nubes. Porque parece que eso destruye cardados. Porque no quema, aunque actuemos como que sí lo hace. No podía más que observar los aspavientos de los que se cruzaban en mi camino. Aunque, bueno, yo me encontraba detenido. Debajo de un cartel de neón. Y de un toldo que seguramente habían mandado a restaurar. Ahí estaba yo, debatiéndome entre la osadía y el miedo.
Si cruzas esa puerta, me advertí a mi mismo, es que estás dispuesto a cruzarlas todas. Y justo cuando los pensamientos intrusivos se desvanecieron, yo me adentré en el restaurante.
Dentro, una música tranquila, clásica. Suspiré un par de veces.
—Señor, ¿en qué le puedo ayudar?
—Tenía reservada una mesa. A nombre de...
—Tiago, ¿verdad? La chica se le ha adelantado. Ya está esperándole.
Aquel gesto me rompió los esquemas. Porque yo había llegado incluso antes de la hora. Pero era una declaración de intenciones. No había bosquejo que sirviera. Iban a estar todos desactualizados. Julia era diferente.
Por fin.
—Un paso por delante. Otra vez.
—No te sientas mal. Va a darse con frecuencia—vaciló.
Se levantó y se puso frente a mí, muy cerca.
—Para eso tendríamos que volver a quedar. Veamos cómo se da esta cena—bromeé.
La besé en la mejilla, en un movimiento parsimonioso. Nos dio tiempo a olernos. Ninguno salió disgustado de la experiencia. Ella no correspondió. A continuación, tomamos asiento. Pero, justo antes, reparé en su atuendo. Un vestido elegante, pegado al cuerpo. En amarillo. Y eso que decían que eso daba mala suerte. Ella, una vez más, dispuesta a romper todos los convencionalismos.
—Parece que va a ser una noche encantadora—vaticinó.
—Lo cierto es que tiene pinta, sin lugar a dudas.
No mucho más tarde, pedimos de comer. En contra de todo pronóstico, compartimos los platos.
—Nunca lo había hecho en una primera cita—adelantó, refiriéndose a las reparticiones en la comida.
—¿Quedarte obnubilada toda la noche?—ironicé.
—No, eso aún no me ha pasado.
—Casi.
—Pero esta noche me están pasando otras muchas cosas. Eso te lo concedo.
—¿Como qué?—me interesé.
—Querer más.
—No creo que nunca te haya pasado eso.
—Normalmente quiero más de otras cosas. Pero esta noche es distinto.
—No sé si tomármelo como un halago.
—Deberías. Porque si solo quieres sexo con alguien, puede no tener mucho futuro. Pero, en realidad, si de lo que quieres más es de esa persona... Eso significa todo y, por tanto, está más cerca del 'para siempre'.
Debería de haberme asustado por aquello. Pero alcé la copa y brindamos, mirándonos a los ojos.
Salimos del restaurante después de unas buenas cuantas buenas conversaciones. Nos fuimos riéndonos. Y, por alguna extraña razón, ella llevaba mi chaqueta y yo la suya. No nos habíamos dado cuenta hasta que llegamos al coche. Allí nos sentamos en la parte de atrás.
Nos observamos durante un rato, en silencio.
—¿En qué piensas?—le pregunté.
—Odio esa pregunta.
—Me he arrepentido al momento de hacerla.
—Pienso en ti. Es raro. Porque estás aquí, conmigo.
—Te pasan cosas muy raras.
—Sin lugar a dudas—susurró.
Tomó mi mano y la puso sobre su pierna. Buscó mi boca y jugó con ella. Finalmente, me besó. Era como si sintiera temor a que me rompiera. Y aquello me fascinó. Entonces, me tocó la entrepierna.
—Me gustaría decirte algo.
—Esto nunca sale bien—se lamentó, sin obviar la sonrisa.
—Estoy casado, como ya sabes. Me cuesta imaginarme...—me detuve, ya que no sabía muy bien qué decir.
—No estás felizmente casado, como es evidente, pero creo que la cuestión es otra. ¿La quieres?
—No lo sé.
—O sea, que existe la posibilidad de que quieras seguir intentándolo.
Parecía desencantada. Había logrado romper todas las contingencias de aquella noche. Los buenos augurios. Pero, lejos de amilanarse, entrelazó su mano a la mía.
—Cuando lo tengas claro, dímelo. Yo no tengo prisa—hizo una leve pausa—, si es a ti a quien consigo.
Selló el momento con otro roce de labios. Nos mantuvimos abrazados hasta que volví a casa.
Al llegar, fui directo al baño. Pasé un largo tiempo frente al lavabo, aseándome. Lo cierto es que también empleé otros veinte minutos en estar simplemente sentado en el váter, sin hacer nada más que eso. Mis pensamientos oscilaban entre la noche perfecta y todas esas noches que fueron maravillosas junto a la persona con la que me tocaba dormir esa madrugada.
Todo siempre tan complicado.
Y finalmente, salí y me dirigí hacia la habitación donde descansaba el amor de mi vida. Cerré los ojos y suspiré frente a la cama. Otra vez más. En la última ocasión, dejé salir de forma pausada el aire por la boca.
Una vez bajo las sábanas, ella se percató de mi comportamiento poco frecuente y aproximó su mano para acariciarme. Sentí cómo un fuego me atrapaba. Por mero impulso, la aparté de mí y me giré, dándole la espalda.
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'Todo lo que me(n)digas'
Storie d'amoreTiago se enamoró de Anya casi en el primer momento en que se tomó un segundo para mirarla a los ojos. Juntos lo construyeron todo. Sin embargo, el tiempo y el dinero los alejó, pese a seguir durmiendo en la misma cama. Algo les sucedió. Algo que nin...