14. He vuelto a fumar

1 0 0
                                    


A la mañana siguiente, me asusté tanto de haber despertado con una mujer que no fuera Anya, que fingí tener que terminar unos asuntos relacionados con el trabajo y salí con suma celeridad del domicilio de Julia. Ella no lo comprendió, aunque imaginaba que podría suceder. Era una de las disyuntivas que manejaba. Siempre fue más inteligente emocionalmente que cualquiera de nosotros dos.

Mandé un mensaje a la oficina. Llegaría más tarde, pero antes tenía que volver a casa. Me aterraba la idea, por supuesto, pero me urgía saber que todo iba bien. O, al menos, como siempre. Era una mezcla genuina entre osadía y amilanamiento. Ni que decir tiene que me enfrenté al trance.

Al abrir la puerta, un olor nauseabundo me pegó fuertemente en la cara. Apestaba a tabaco. Mucho. Casi se mantenía una nube de humo en el pasillo. Caminé con sigilo hasta llegar al salón. Allí se encontraba Anya, en el sofá, desaliñada y aparentemente preocupada. Parecía no haber pasado una buena noche, sin haber pegado ojo. No quise acercarme, por lo que traté de llegar al dormitorio sin molestarla, pero estaba claro que iba a ser una tarea imposible.

—Buenos días.

—¿Desde cuándo has vuelto a fumar?

—Y tú, ¿desde cuándo pasas la noche fuera de casa?

—Se me han complicado cosas—me ablandé. Pronto retomé la defensa—. Pero lo cierto es que no tengo que darte ninguna explicación.

—No, claro que no. Yo soy la que cobro sin trabajar. Yo soy la puta. Yo soy la que da las explicaciones. El que paga no, ¿verdad?

—Deberías irte a descansar. Estás diciendo tonterías.

—¿Hasta cuándo...?

—¿Hasta cuándo qué?

Se levantó con torpeza y se puso frente a mí.

—¿Hasta cuándo uno de los dos hará algo?

—Eres tú la que tomaste este camino. No yo. No me eches la culpa a mí.

—Seguimos igual, ¿eh?—fingió una sonrisa— Peleándonos por averiguar de quién es la culpa, pero nunca moviendo un puto dedo para que nada cambie.

—¿Cómo puedes decirme eso? ¡¿Cómo puedes?! ¿Qué más necesitas de mí? ¿Eh? ¿Qué más?

—De ti, nada. A ti, siempre.

Se marchó, dejando tras de sí un nudo en la garganta. No pude contener mi rabia. Golpeé uno de los asientos. Sé que ella se asustó al final del pasillo. Me arrepentí al instante. Justo después, me tomé el tiempo justo para evitarla y prepararme para volver al trabajo.

Lo que no supe hasta después es que ella ese día me siguió. Justo como yo había hecho el día de antes. De la misma forma. Pero ella se encontraba en condiciones algo más preocupantes. No había dormido y se había fumado varios paquetes de tabaco, pese a llevar años sin hacerlo.

Cuando la jornada de trabajo acabó, Loren me llevó de nuevo al pub que siempre visitaba con él. Allí acudió Julia, puesto que le mandé un mensaje. Necesitaba que mi mejor amigo pudiera aclararme algo. Quería que se formara una opinión al respecto.

—O sea, que si solo os conocéis del trabajo... es que no os conocéis de nada. Bueno, sí, la peor parte— planteó Julia.

Ambos rompimos en una carcajada sonora.

—Pero qué lógica más... lógica. Esta chica ya me está cayendo bien. Desde ya.

—Bueno, caerle bien a un compañero de trabajo, ya ves tú...— bromeó con una sonrisa que nos iluminó a los dos, al instante.

'Todo lo que me(n)digas'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora