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Con un mes en el palacio notaba lo rápido que me acostumbraba a todo a mi alrededor, las clases, el tiempo libre y el llevar dos veces a la semana al establo a Eirá durante la noche para que se encontrara con su amado, ya era costumbre, con siete meses de embarazo su parto se daría en los primeros días de invierno. Por otra parte, esperaba el regreso de Lennox, luego de una semana en el palacio sin él comenzaba a notar que le extrañaba, era aburrido realizar mis tareas diarias sin que se entrometiera y me ayudara a escapar de algunas para estar tiempo juntos, no me quejaba de que Taia fuera mala compañía, pero mi dama y amiga le temía lo suficiente al rey como para cumplir cada regla, hacer que tomara las clases como se debía y que durmiera temprano intentando evitar las caminatas nocturnas que daba para encontrarme con alguien que tal vez más adelante odiaría haber conocido.

Era bastante temprano para estar despierta, alrededor de las cuatro de la madrugada, pero sabía que mi esposo estaba pronto a llegar y ansiaba saber de mi familia, luego de prometerme llevar una carta para ellos y asegurarse que estaban bien mientras se encontraban en un tipo de caza por aquellos lugares; observaba el techo de mi habitación, o más bien a mí misma por el espejo que se encontraba en dicho lugar, ahora luego de compartir un tiempo con Lennox sabía su necesidad de un espejo justo en ese lugar, de las pocas veces que habíamos tenido sexo en esta cama podía fijarme en lo que hacía si levantaba la mirada y a él le gustaba eso.

Girando mi cuerpo para tomar el móvil y observar nuevamente la hora una mano me paro sujetándome por la muñeca logrando que gritara antes de fijarme de quien se trataba.

—¡Oh gran idiota! — chillé viendo la amplia sonrisa del rubio—¿en qué momento llegaste? —me siento en la cama liberándome de su agarre.

—Hace unos treinta minutos, fui a organizar algunas cosas y luego directo a verte—río sentándose junto a mí, me tomó por la cintura y aprovechó para besarme castamente.

—Bueno, no era necesario asustarme—le observé callada por unos segundos—¿mi familia? ¿La llegaste a ver? —mordí mi labio inferior ansiosa por su respuesta.

—Bueno, creo que merezco un mejor saludo primero que todo—río observándome en espera, por lo que me acerqué a él besándolo suavemente separándome unos segundos después—Bien, si pude ver a tu familia, deje suficiente para que estén bien algunos meses y entregue la carta que les enviaste y también te enviaron una para ti—me extendió el sobre de una carta, pero lo alejó rápidamente riendo por mi rostro—¿me extrañaste?

—No responderé a tu pregunta, dámela—intente quitársela, pero este la dejó sobre una de las mesitas de noche y sonrió besándome más—Eres un tramposo—me queje contra sus labios mientras este daba besos fogosos los cuales intentaba corresponder.

—No lo soy—susurra—. Solo deseo el cariño de mi esposa.

El deseo me recorre la sangre, de forma intensa, llegando a mi vientre. Una de sus manos me recoge el cabello que caía por mi espalda, lo enreda en sus dedos y me aprieta contra su boca aun de pie frente a mí. Los dedos fríos de su mano libre se posan en mi columna vertebral cubierta por el camisón y los desliza por esta mientras jadeos ahogados chocan contra su boca.

—Me gusta como tu cuerpo responde—murmura y juguetea con sus dientes jaloneando mi labio inferior—Me gusta ver tus ojos suplicantes ante cada toque.

Alejando sus manos por un instante de mi cuerpo, logro que pensara que había acabado, pero con rapidez me sujetó por la cintura obligándome a poner de pie, tomó los bordes del camisón que utilizaba para dormir y tira de este arrancándolo de mi cuerpo y dejándome casi completamente desnuda. Arrimando su cuerpo al mío sujetándome con fuerza por la espalda, hundió su nariz contra mi rojizo cabello para percibir mi olor. Su rostro desciende lentamente logrando rozar su nariz con mi oreja, el cuello y el hombro en donde reparte besos tiernos que me ponen la piel de gallina.

RHIANNONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora