018

59 48 23
                                    

Una fatal noche en donde Taia actuó como una hermana, curo mis heridas, acarició el cabello y canto para mí, consolándome por algo de lo que era la única culpable y era la única que podía arreglarlo, pero no sabía cómo hacerlo, una disculpa no ayudaría, había enojado a suficientes personas como para perdonarme enfrente de todos y hacer como si nada de esto sucedió.

Todo el día del viernes fue una pesadilla, siempre que pasaba junto a Lennox y me detenía para intentar entablar una conversación, era ignorada de su parte, no me miraba ni se dignaba en mover siquiera los labios y soltar un: no puedo.

Era un completo idiota del cual no me gustaba ser ignorada, un príncipe de hielo, aspecto pálido y frío al igual que su comportamiento en este momento, pero ¿Cómo culparlo? Le llamé avaricioso, me refería a él como igual a su padre y hasta le aconsejé que consiguiera una mujer de la alta sociedad que hiciera sentir feliz a su padre. ¡Joder era una tonta! Y encerrarme en las palabras de una muerta princesa desterrada no ayudaban para nada.

Su vida era tan triste como la mía, al menos la suya era más miserable que la mía, por lo que no estaba tan en el fondo del abismo como ella. Con solo diecisiete, fue casada con Lennox, el duque idiota, el cual consiguió ser más que un duque al estar casado con la joven mujer, heredera al trono.

Por su lado, Maeve tampoco era una mujer que le gustara cumplir las reglas, después de todo, tener un amorío con un príncipe de otro reino podría merecer la cabeza de las dos colgadas frente a un lugar público para que todos supieran que ocurría cuando se engañaba a alguien con poder.

Sus palabras de cómo aquel hombre la hacía sentir viva me hacían retomar la idea de poder sentir algo por el hombre que dormía a mi lado, que me hacía perder el control y olvidar siempre que mi cuerpo lo suplicaba me traía confundida.

Sus labios contra mi piel, aquellos preciosos ojos rasgados y su cadera contra la mía era glorioso, nada que ver con lo que hacía con mi esposo, con sus toques bruscos, con la obligación constante de tenerme con tal de tener hijos con su sangre, el hombre con el que me case me daba asco, mientras el hombre que amaba en secreto me hacía pedir más y más siempre que volvía a visitarme.

Era triste ver como nuestro romance no duraría lo suficiente, como el ser atrapados podría costarnos la vida, como un futuro con él, una familia con él, pequeños con sus preciosos ojos rasgados de color ámbar y mi cabello rojizo, la perfecta combinación no podría existir porque sería el delito más grande, pero el más dulce y deseado en mi intimidad.

Sus palabras eran un tipo de consuelo para ella, no me imaginaba en ese lugar, en donde tal vez fuera amado a alguien lo suficiente y el casarme con Lennox fuera una tortura, no fue algo que planee, el estar junto a él hasta que la muerte nos separe mientras que cada vez que me tocaba pensar como lo haría alguien más.

La infidelidad y el deseo eran sus más grandes pecados, pero al menos nunca salieron a la luz, nunca nadie aparte de las pocas personas entre estas paredes saben y sabrán todo lo que sufrió y todo lo que hizo para conllevar esta vida.

—¿Majestad? —Levante la mirada encontrando un atractivo chico de cabellos y ojos grisáceos se encontraba frente a mí mientras sonreía con amplitud.

—¿si? —le observé un tanto nerviosa ante la mirada fija—¿le puedo ayudar en algo? —guarde mis cosas en busca de que no husmeara en lo que observaba en ese momento.

—Soy Jensen un placer—sonrió e hizo una reverencia—Solo quería conocerla, es usted muy hermosa.

—Bueno... Gracias—hice una sonrisa forzada incómoda por el momento—¿trabajas aquí?

RHIANNONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora