CAPÍTULO 3 EL FOSO

254 36 75
                                    

«Cuando compras un deuda con el dolor no la pagas jamás»

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Cuando compras un deuda con el dolor no la pagas jamás».

Mi padre se instaló con comodidad en el auto protegido por Yurik y Anatolij, sus leales custodios. Los rayos del sol apenas se reflejaba en los edificios y monumentos que adornaban la imponente avenida Nevsky, en el corazón palpitante de San Petersburgo cuando emprendimos la marcha.

Esta caótica ciudad era un hervidero de vida, con sus palacios, museos, cafeterías, tiendas y mendigos. Un escaparate que te cautivaba y te hacía revivir esa niñez que todos guardamos en el alma, llevándote por un mundo mágico y cambiante. Solo tenías que cruzar la puerta y sumergirte en su asombroso interior. No lo puedo negar, la ciudad es hermosa, de un estilo modernista que la mantiene en otra época. Recorrerla es una delicia inefable, saborear algunos de sus productos en alguna plazuela, un privilegio sin igual.

San Petersburgo se viste de blanco en invierno, cuando la nieve tapiza sus calles y sus canales se petrifican. Recuedo qur los adornos de la navidad ortodoxa resplandecen en la avenida, creando un clima de fiesta y calidez. Es una estampa inolvidable, que te evoca esos recuerdos familiares.

Pero todo eso se desvaneció, cuando llegamos a una enorme bodega en las afueras de la ciudad.

—Bienvenida al primer día de lo que será el resto de tu vida —manifestó Vanya, mientras salía del auto y me hacia un gesto para que lo siguiera. Sin dudarlo ajusté la ushanka sobre mi cabeza y me lancé tras él.

La nieve descendía con suavidad y el sol se escondía tras las nubes grises aquel día. Con miedo, salí del coche y caminé sobre la gélida gravilla. Una brisa helada me golpeó la cara y me envolví en el abrigo. Miré a mi padre, que iba a mi lado con una mueca de disgusto. Al alzar la vista, me quedé helada al ver la gran «F» tallada en las enormes puertas de metal.

Aquel lugar no era otro que el Foso, el mismo donde los condenados esperaban su muerte. En ese momento, las palabras de aquel guardia resonaron en mi mente como un martillo en un cincel: «Morirás en el foso». Lo odiaba con toda mi alma, pero no podía evitar sentir miedo. En aquel tiempo Nikita sabía cómo torturarme de manera eficaz, sí, era una de sus habilidades preferidas.

Recuerdo que el corazón me latía con fuerza en el pecho como si quisiera escapar, mientras el sudor me humedecía las manos. El peligro me acechaba como una sombra oscura y amenazante. Todo por culpa de las palabras venenosas de aquel canalla, que me sembraron la duda sobre Vanya.

Maldita sea, sí que era ingenua.

Solo sé que llegamos a una bodega enorme, parecida a un hangar soviético, pero con la infraestructura intacta. Recuerdo ver cajas y personas moviéndose por todas partes, como si fueran robots. Me pareció que transportaban armas o municiones, así como en las películas que solía ver en casa. No estaba segura, pero algo me decía que aquello era peligroso. Los soldados vigilaban todo con atención, como si esperaran algo.

YASHCHIKAYA PANDORY© [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora