CAPÍTULO 2 LA HIJA DEL LOBO

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Nací en San Petersburgo

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Nací en San Petersburgo. La segunda ciudad más poblada de Rusia después de Moscú y la menos rusa de todas. Y si me lo preguntan, San Petersburgo es como una matrioska, sí la rechoncha muñeca multicolor convertida en símbolo del país; porque al igual que ella, cada una de sus capas, esconde otra.

Y otra, y otra...

Mi padre Iván Petrov era conocido como «Iván, El Terrible Lobo Negro», líder del clan Lobos De Siberia cuyos soldados «devoraban» al enemigo sin dejar rastros. Una estúpida leyenda que nació de los rumores cuando tres sujetos pertenecientes a los Targus, un grupo de pandilleros de bajo rango, no llevaron a cabo una orden. Esto hizo enfurecer al Pakhan de los Reing y este ordenó a mi padre eliminarlos junto a su comandante en medio del bosque como advertencia.

Por ese entonces Anna, mi madre, era una mujer rebelde que se había ganado a pulso ser la líder pero debido a los antiguos preceptos que regían al clan solo podía fungir como guardia personal o mano derecha de mi padre sin importar que fuera hija del anterior líder de los Lobos, Wladimir Kuznetsov, alias «El Huargo». Un despiadado señor de la guerra que gobernó con mano de hierro durante más de treinta años a nuestro clan. Un sujeto que no tenía reparos a la hora de ejecutar a su propia sangre si se violaban las normas establecidas.

Su filosofía de vida se basaba en la cruel intimidación y la obediencia ciega. «Un soldado no hace preguntas. Un soldado solo debe cumplir con su deber». Reza en su epitafio, aunque a decir verdad solo tengo vagos recuerdos de él.

Tuve un hermano gemelo. Su nombre era Santee pero por desgracia murió a los cuatro años de edad. Todos dijeron que fue debido a una rara condición en su corazón pero comencé a intuir algo más cuando tuve la edad suficiente para comprender su ausencia. No tengo ningún recuerdo de él más allá de su nombre y una vieja fotografía que mi madre solía guardar entre sus cosas. Santee era un tema tabú en nuestra familia y del cual no se hablaba jamás.

Creo que tanto a mi madre como a Vanya les afectó la muerte de mi hermano más de lo que querían admitir. Sé que no eran del tipo de personas expresivas mucho menos empáticas. No, no, ellos apenas si demostraban sus sentimientos hacia mí pero quiero creer que el haber perdido a un hijo les tocó algo por dentro. Ambos tenían un carácter de mierda pero se amaban, eso para mí era más que suficiente. De no ser así estoy segura de que se hubiesen matado antes de que mi hermano y yo hubiésemos nacido.

YASHCHIKAYA PANDORY© [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora