CAPÍTULO 8

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⋆NAOMI⋆

...

¿Qué mierda?

No... no puede ser. Ezra... ¡¿Qué pasa por tu cabeza?! 

¡Sabía que algo me estaba ocultando! 

Dirijo una mirada rápida a Holly que camina de un lado a otro demasiado concentrada en su monólogo. Luego, me detengo en Ezra, sin que diga una palabra sé que su cabeza debe ser un caos en este momento. Conserva una expresión de horror y desesperación que jamás le había visto en la vida. Su pánico lo delata, evidencia que esto no se trata de una mentira blanca. No. Más bien, se trata de un secreto, de esos que son capaces de destruirlo todo. 

Mierda, Ezra. Las cosas que debo hacer por ti. 

Coloco mi pie sobre las fotografías. Me agacho fingiendo que estoy atando los cordones de mis zapatillas. Cuando Holly se da vuelta, las saco y guardo rápidamente en mi cartera. Ezra relaja los hombros como si con eso todo se hubiera terminado, lo fulmino con la mirada y vuelve a tensarse. Lo percibo en la rigidez de sus brazos, en esos ojos brillosos que parecieran estar a punto de ponerse a llorar al ver el cambio en mi semblante (de la profunda adoración a la recriminación). En verdad, no lo estoy juzgando, pero que ni crea que le salvo el pellejo sin pedirle explicaciones al respecto, tiene demasiado que aclarar. 

Lo reconozco soy una persona muy malpensada, y probablemente mi antigua adicción al BL no me permite pensar con objetividad. Sin embargo, no entiendo por qué le ocultaría a Holly que salió con Fox, así como tampoco entiendo el por qué en la última foto pareciera que están al borde de arder en el infierno. Lo cual me parecería genial si no fuera PORQUE ES EL NOVIO DE HOLLY. Oh, jodida mierda. Por favor, Ezra, que todo esto se trate de mi mente corrompida. 

Holly sigue dando vueltas en su habitación, dando una lista de los motivos de por qué no tendría que estar con JJ. Las cuales abarcan desde su oscuro pasado hasta que no pertenece a nuestro mundo. Me molesta escucharla hablar así de él, pero acabamos de reconciliarnos, debo tragarme cada una de mis palabras. Mantener mi boca cerrada es tan difícil que podría fácilmente tratarse de una penitencia indicada por un sacerdote. Claro, si retomara el catolicismo, cosa que jamás ocurrirá. Si confesara mis pecados tendría al sacerdote atrapado en el confesionario por al menos un año completo, la lista es muy extensa. 

Recuerdo perfecto los gritos de la profesora Clara, cuando en la misa obligatoria de la semana me tocó a mí pasar adelante a leer la oración. No la leí. Hice un discurso de por qué la educación debería ser laica, y que obligar a niños a practicar cualquier religión iba en contra del derecho a libertad de culto. La profesora Clara me sacó más que rápido del estrado, me llevó a una sala apartada mientras maldecía a mi boca que siempre era capaz de causar tantos problemas. «Eres un caso perdido» fueron sus palabras. «Gracias» le respondí jugando con mi cabello. Mis padres estaban de viaje, y quien tuvo que responder por mí, fue Mike, mi hermano (la persona más liberal del planeta). Llegó en una actitud seria y formal, haciendo su mejor actuación, y salió tomándome de la mano y afirmando que no volvería a pisar ese lugar. La lista de motivos por los cuales querían castigarme era muy larga: Accesorios prohibidos, atrasos injustificados a clases, comportamiento indebido durante las misas, asistir con pantalón en periodos que solo estaba permitido usar falda, cabello teñido, comentarios y opiniones polémicas. En resumen, una "revoltosa e irrespetuosa". Mike encontraba ridículos los motivos por los cuales querían sancionarme. Mis padres y mi hermano creyeron que ese lugar sería el indicado para mí por sus excelentes resultados académicos, el problema es que en cuanto a todo lo demás, dejaba bastante que desear. 

EL SILENCIO ENTRE LOS DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora