CAPÍTULO 13

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⚠️Este capítulo contiene escenas +18.






EZRA

Lo sé, tengo demasiado qué explicar.

En mi defensa, ninguno de esos mensajes lo envié yo.

De lo único que soy culpable es de desahogarme con quién no debía.

Todo se retrotrae a la extraña petición de mi madre, de que debía ir a recoger unos arreglos florales para un evento de caridad que organiza este fin de semana. Fui a la hora que me indicó, y cuando entré al local me encontré con Anastasia. Reconocí inmediatamente su cabello largo ondulado, su tez morena, ojos cafés, y labios gruesos. Vestía un suéter con rayas azules y negras, un pantalón de mezclilla, y unas zapatillas blancas.

Ambos sabíamos que no se trataba de una coincidencia. Conocíamos a la perfección a nuestras familias.

No nos veíamos desde que habíamos terminado nuestra relación. Ella me abrazó, fue un abrazo cálido y sincero. Pensé vagamente en que me hubiera gustado hacerla feliz, enamorarme de ella. Anastasia era una mujer maravillosa. Sin embargo, cuando se trataba de sentimientos, estos nunca podían forzarse.

Me invitó a ir por unas cervezas, acepté y me dejé llevar por la conversación, por el efecto del alcohol en mi organismo, por la sensación de alivio de poder hablar con alguien que no conociera a Fox, ni tuviera cercanía con Holly.

Charlamos de cómo iban nuestras vidas. Yo le hablé sobre mis últimos proyectos en la carrera (omití el incidente con mi hermana), ella me comentó sobre lo insufrible que era cursar anatomía.

Con entusiasmo me mostró una imagen de sus dos gatos que eran su única compañía en el departamento que estaba viviendo. Llevaba poco tiempo viviendo sola, pero insistía en que era la mejor decisión que podría haber tomado.

La notaba diferente, se veía más libre, más espontánea. Me pregunté si yo me vería de la misma manera si dejara de vivir con mi familia. No obstante, jamás podría alejarme, jamás podría dejar a Oliver solo en esa casa.

Ella se percató de mi actitud silenciosa, de cómo observaba sus movimientos, y de la tímida sonrisa que se esbozaba en mis labios. Sabía que no la miraba de esa manera en un sentido romántico, sabía perfectamente lo que se ocultaba detrás de mi discreción.

Su exhalación se volvió pesada cuando se atrevió a preguntarme esas palabras que siempre fueron objeto de su curiosidad. «¿Ya lo asumiste?» Jugué con el mango de la jarra de cerveza, moviéndola de un lado a otro. Y no sé si fue producto de la embriaguez, pero mi respuesta fue: Yo... intento vivir con eso.

Por supuesto que ella no aguantó su curiosidad, preguntó una y otra vez a qué me refería. Le conté que conocí a alguien, pero que las cosas eran complicadas. Que sus señales me confundían, me hacían creer que a veces le gustaba y en otras ocasiones solo parecían insinuar que jugaba conmigo. Ella colocó una mirada que no me dio nada de confianza, me aseguró que sabía la manera de resolver el problema. No debí mencionarle que era de mi grupo de amigos, ni mucho menos debí permitir que me arrebatara el teléfono. Sonrió cuando confesé que se llamaba Fox. Sonrió aún más cuando escribió esas cosas por mí. Y volvió a sonreír cuando accedí a sacarme esa fotografía. "Una maniobra perfecta" fueron sus palabras.

¿Cómo podría explicarle todo eso a Fox? La persona que ahora tengo frente a mí de brazos cruzados. El muy idiota se atrevió a aparecer de la nada frente a nosotros cuando estábamos bailando. Sin ninguna pizca de cortesía me tiró de un brazo, miró a Anastasia con desdén, y me arrastró por la pista, incluso chocamos con una pareja. Ahora siento remordimiento por no haber ayudado a esa muchacha rubia a levantarse.

EL SILENCIO ENTRE LOS DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora