CAPÍTULO 12

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⋆NAOMI⋆

Apresuro mis pasos hacia el sector privado del restaurante Kintova. Llevo unos minutos de retraso, pero mis amigos me conocen mejor que nadie. La puntualidad no es una de mis mayores cualidades. 

—Como siempre tarde —señala Holly en el instante en que me ve. Ha ordenado por ambas; el clásico té chai latte se encuentra frente a sus ojos. Mientras que frente al asiento desocupado se encuentra una deliciosa porción de tartaleta de frutillas esperando a ser devorada por mí, acompañada de un frappuccino de vainilla. Holly me conoce muy bien, amo las frutillas. 

—Lo bueno se hace esperar. —Le guiño un ojo.

Holly pone sus ojos en blanco.

El recinto se encuentra casi vacío, es un horario poco concurrido. Al menos en el sector reservado solo estamos nosotras. Me alegra dado que nos dará la privacidad suficiente para hablar con mayor comodidad. Pese a ello uno de los camareros se encuentra suspendido junto a la puerta, con la vista fija en nosotras. Holly lo fulmina con la mirada, y con una mano le hace un gesto para que se vaya. El muchacho rápidamente entiende: "o te vas o me encargo de que te despidan". Se esfuma en menos de un segundo. 

—Gracias por venir —dice mientras tomo asiento frente a ella—. Ya no aguantaba ni un minuto más en esa casa.

—No tienes que agradecer, somos amigas. La verdad me asustó bastante tu llamada ¿Qué ocurrió? 

Recibí su llamada mientras había sacado a pasear a Cookie. Solo alcancé a estar en el parque unos diez minutos. Cookie no se veía deprimida, lo noté en cuanto regresamos al departamento. Corrió dónde JJ, quien la sostuvo inmediatamente en brazos. De mala manera, le dije que se hiciera cargo. No fue muy maduro de mi parte, pero... eso ya es otra historia. 

Un escalofrío recorre mi espalda al enfocarme nuevamente en Holly. Desde que hablé con ella por teléfono me he sentido inquieta. Ella siempre ha sido muy centrada, y serena dentro de toda esa frialdad. No obstante, su voz se escuchaba alterada, insegura, como si por primera vez hubiera perdido el control. 

—No lo soporto más. 

—¿De quién hablas? —Tomo un sorbo de frappuccino. 

—De Ezra. —Sé que mis ojos quedan muy abiertos. Mi intención no es hacerla sentir mal, pero sé que todo comentario que involucre a Ezra no estará basado en percepciones "objetivas"—. Tampoco sé por qué me molesto en hablar contigo, si es obvio que te pondrás de su lado.

Resoplo. No es que quiera estar siempre del lado de Ezra, a Holly la quiero. Solamente que a veces me gustaría sacarle ese chip que tiene inserto en su cerebro. Ezra no es el culpable de sus problemas. Al contrario, ambos deberían unirse al tener unos padres tan nefastos, y sé que Ezra por mucho tiempo intentó tener una relación de hermanos, pero Holly siempre lo ha visto con distancia. 

—Holly... tú también eres mi amiga. Pero que seas mi amiga, no significa que te mentiré o que endulzaré las cosas. Y creo que a pesar de que solemos terminar peleadas, precisamente por eso me aprecias ¿no? porque no soy una hipócrita. Ahora dime ¿Qué ocurrió?

Ella suelta una pequeña risa al escuchar mis últimas palabras. Sabe que tengo la razón, aunque eso tampoco es nada nuevo. Su risa se mezcla con el sonido apagado de la música ambiente. Quisiera que su alegría fuera la que extinguiera la atmósfera frívola y superficial que caracteriza a Kintova, pero pareciera ser lo contrario. Es como si ella fuera absorbida por un agujero negro. Me gustaría extender mi mano y salvarla de ella misma. 

Pero es difícil ayudar a alguien que no quiere ser salvada.  

—Nada, lo de siempre. Le encanta interponerse en mi camino, en todo lo que me importa. —Su mano se tensa alrededor de la taza—. Estuve mucho tiempo creyendo que haría ese viaje a Australia con la abuela, y resulta que no, por supuesto que desde un inicio el elegido era Ezra. Siempre es lo mismo —dice con exasperación— toda la vida ha sido lo mismo. ¿Recuerdas que le regalaron un vehículo cuando cumplió dieciocho años? Y yo... como una estúpida creyendo que cuando yo los cumpliera harían lo mismo por mí, ¿y sabes qué recibí? Un colgante con un corazón... Y sí, sé que sueno como una malagradecida, pero... 

EL SILENCIO ENTRE LOS DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora