Capitulo 10

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Sus ojos


Dominic

Ver con mis propios ojos como se arrepintió de entregarse a mi, fue un puto golpe en estomago, no estoy acostumbrado a ver ese sentimiento en ella, fue como retroceder el tiempo tal cual como no me reconoció, no recordó mis caricias, mis ganas de devorarla por completo, mi manera de desearla, mi necesidad de exigirla mía, cada centímetro de ella me pertenece desde hace mucho y no sintió nada, como si no fuese una puta tortura tenerla cerca y que ella no venga a mi. No me gusta para nada su manera de estar renuente a mi, nunca estuve detrás de ella rogándole para que me aceptase, siempre con la mirada nos devorábamos y los dos cedíamos casi de inmediato a nuestros deseos impuros, morboso y lujuriosos.

Ya es mía, lo se muy bien, aunque sus ojos se mostraban confusos también veía deseo y fuego ardiente hacia mi, y anhelaban mientras la tenía en mi poder. Pero comenzó a llorar... y eso me hizo recordar mi puto calvario y la maldita respuesta que necesito para nuestros problemas. Observar cómo lloraba desde del mejor polvo que había tendió en años me jodio la noche, pero la verdad me importa poco su actitud de mierda, disfrute mucho tenerla conmigo abierta y que su coño me deseara con todas sus fuerzas. Todas esas cosas me hicieron entender que me desea, pero no sabe todavía. Me jode y me frustra de hecho esta mierda, ella era todo para mí al igual que yo, pero tenían que meter sus manos en mis cosas y ahora tendré que reparar esta mierda que tiene nombre y apellido. Decido irme a la ducha para bajar un poco lo caliente y deseoso que me dejo aún más mi mujer olvidadiza.

Al entrar en la ducha dejo que baje el agua por todo mi cuerpo y no tarda en aparecer la satisfacción de haberla tenido de vuelta conmigo, disfrute cada gemido, cada líquido que soltaba su delicioso coño, cada orgasmo que soltó su cuerpo para y todo lo que tenga que ver con ella. Mi polla no tarda en levantarse de nuevo debido a los recuerdos de ella gimiendo mi nombre y arqueando su espalda por cada embestida dura que le daba mi polla, viendo mi miembro duro aun con el agua helada comienzo a resbalar mis manos sobre esta.

Aun después de haberla dejado bien cogida necesito más ella, nunca podre saciarme de ella y eso lo supe el primer día que la hice mía. Mi mano baja y sube rápidamente por mi polla haciéndome una paja deliciosa con el recuerdo de ella debajo de mi recibiendo todo mi tamaño sin dificultad alguna, mi respiración se acelera al igual que mis movimientos en todo mi grosor al recordar ese delicioso culo que deje en la otra habitación, recordar su mirada llena de deseo y lujuria pura me obliga a acelerar mis movimientos por todo mi glande que se encuentra mas que resbaloso por mis gotas pre seminales que salen en la punta de mi glande, pongo mi cabeza atrás al sentir la satisfacción de pajearme en su nombre. Acelero el ritmo para correrme pensado en como la hice mía, el agua de la ducha esta fría, pero yo me encuentro ardiendo de deseo hacia ella que nunca cesa, solo cuando ella lo calma.

—O si, gatita te gusto—gruño mientras continuo pajeandome y la tensión recorre todo mi cuerpo liberándome en un chorro de semen que se esparce por toda la pared de la ducha, me corro en mi mano mientras recuerdo como devoraba su cuello y como quedaron mis marcas en ella marcándola como mi territorio. Después de esa deliciosa paja me termino de duchar, pero aun molesto por recordar sus lágrimas y me recuesto para dormir antes de que vuelvan las ganas de que follarla más duro para que se le quite lo llorona cuando realmente le gusto.

«Le encanto» Su cuerpo me lo decía a gritos, no puedo evitar que mi cerebro recuerde como gemía y jadeaba como repetía mi nombre «Me encanta esta mujer» pero me enfurece verla incompleta, ella es y siempre será mía y punto.


Al Día siguiente...

—Señor...el padre esta con su hija en casa—me informa Lucas mientras trabajo en el ordenador. Esta mañana desperté peor que nunca, con deseo incontrolable de follarla hasta partirla en dos. Mi humor de perro se hizo evidente al despertar con una erección tan fuerte que incluso la sabana me incomodaba, la paja matutina en su nombre no ayudo mucho, menos la ducha fría que me obligue a tomar para bajar la calentura, pero no funciono. —No hay rastros de alguien cerca y mucho menos la ausencia de la señorita—confió en su palabra.

MI NECESIDAD OSCURA [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora